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Están agotados. Desde que el pasado miércoles la Agencia Espacial Europea (ESA) anunció que Pablo Álvarez iba a ser uno de sus cinco astronautas titulares y Sara García reserva no han parado un segundo. Periódicos, radios, televisiones, visita a La Moncloa, a sus centros de trabajo… Se esperaban el revuelo, pero quizá les ha sorprendido la magnitud. “No te preparan para esto. Es el primer día en tu nuevo trabajo y te sueltan a hacer entrevistas”, explican los dos, enfundados orgullosos en sus uniformes de la ESA. Lo hacen sin perder la sonrisa el viernes por la tarde en el Ministerio de Ciencia, mientras sale un periodista de la sala y entra el siguiente.

Alvarez y García son los dos primeros astronautas españoles en la ESA desde que Pedro Duque fuera elegido en 1992. Se da la casualidad de que ambos son de León, ambos estudiaron en la Universidad de León y son casi coetáneos (nacidos en 1988 y 1987, respectivamente), aunque no se conocían. Álvarez, ingeniero aeroespacial, saldrá al espacio en algún momento de los próximos años casi con toda probabilidad. García, biotecnóloga, seguirá en su puesto de investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) esperando una llamada que puede producirse o no.

Ambos se sienten agradecidos. Hijos de la educación pública en todo su periplo formativo, y de origen humilde, destacan que sin ella no habrían llegado donde están. Álvarez cuenta que si no hubiera existido ingeniería aeroespacial en la Universidad de León habría estudiado cualquier otra cosa porque aunque la vocación existía, lo que no era posible económicamente era salir a buscarla a otro lado. Para García las ganas de ser astronauta llegaron más tarde, cuando averiguó que ser astronauta marcaba todas las casillas de lo que para ella sería el trabajo ideal.

En esta entrevista, los dos jóvenes reivindican la exploración espacial por todos los resultados que ofrece ya cada día en la Tierra y por el retorno económico que genera y apuestan por unos programas aeronáuticos verdes que también tengan en cuenta el cambio climático. También esperan –ya está empezando a pasar, cuentan– que su nombramiento impulse el interés por la ciencia en España en un momento en el que se ha redoblado el interés por el espacio y se están realizando programas y misiones de todo tipo.

¿Qué se siente siendo uno (dos en este caso) entre 23.000?

P. Á. Uno se siente muy afortunado, muy contento y muy orgulloso de haber llegado hasta aquí.

S. G. Es un orgullo tremendo, y con un poco de incredulidad. Las posibilidades sabíamos que eran muy bajas, llegar hasta aquí es increíble.

Uno se presenta creyendo que va a poder llegar o se echa el currículo por echarlo?

S. G. Sí y no. Es un poco como comprar un billete de lotería y que te toque. Pero no lo echas por echar, la candidatura requiere trabajo. No es subir el currículo a una web. La carta de motivación requiere trabajo, hay un cuestionario muy extenso que trabajar y había que presentar un certificado médico que certifique que eres apto para ser piloto privado. Eso implica ir a un centro médico de medicina espacial y hacer unas cuantas pruebas.

P. Á. Y pagarlo.

S. G. Y pagarlo. Y si quieres tener posibilidades tienes que pensar bien qué vas a poner en la carta de motivación, que es el primer filtro.

P. Á. El certificado médico es una forma de asegurarse que nadie va a ir a hacer todo el proceso para luego llegar a las pruebas médicas y que lo tiren para atrás.

¿Qué tiene la Universidad de León, que os ha traído hasta aquí a los dos?

P. Á. Lo que tenemos en León es muy buena materia prima.

S. G. A mí, desde la parte que me toca, la carrera de biotecnología, muy buenos profesores. Oyes a compañeros quejarse, pero en mi caso no ha sido así. Los profesores fueron excelentes, la formación que recibí fue súper completa y mis compañeros de promoción eran gente excepcional y muy inspiradora de todas las partes de España.

Los dos sois hijos de la enseñanza pública, además.

P. Á. Yo jamás he estado en colegios, institutos o universidad privada.

S. G. Para mí es un orgullo devolver lo que han invertido en nosotros. Estudiar fuera es un sacrificio de los padres. Yo he estudiado siempre en la pública, con financiación pública, y poder devolver de alguna manera a mi país la inversión… No ha sido en balde, es una inversión que revierte. Un orgullo para mí.

Para leer la entrevista completa, pincha en el diario.es