Con la publicación de los nuevos currículos de Primaria y Secundaria, la ley Celaá ha vuelto a concitar todo tipo de críticas. Ninguna asignatura -ni tampoco ningún curso- parece escapar a la polémica y, aunque a veces pueda parecer que se trata de una mera cuestión política, lo cierto es que cada vez son más los profesores que abiertamente alzan la voz contra la octava reforma educativa que afronta nuestro país en democracia.

«Es el último eslabón de un proceso de degradación de nuestro sistema educativo«, advierte Felipe de Vicente, catedrático de instituto, vicepresidente de la Fundación Episteme y miembro del Consejo Escolar del Estado dentro del grupo de personalidades de reconocido prestigio. «Los que han pergeñado este panfleto infecto son unos bárbaros en el peor sentido de la palabra, son unos vándalos que intentan hacer tabla rasa de todo el bagaje cultural español», añade Horacio Silvestre, filólogo y director del Instituto San Mateo, pionero del Bachillerato de Excelencia en la Comunidad de Madrid.

Ambos forman parte del particular tribunal que Libertad Digital ha convocado para analizar los cambios introducidos por el Gobierno de Pedro Sánchez, y en el que también participan Alicia Delibes, matemática y profesora de Secundaria, José Sánchez Tortosa, doctor en Filosofía y profesor de instituto y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), y María Eugenia Martín, maestra en un colegio de Torrijos (Toledo). Aunque cada uno aporta unos matices diferentes, todos ellos coinciden en apuntar los dos grandes males de esta reforma: una rebaja sustancial de los contenidos que han de aprender los estudiantes -a los que incluso se les darán los títulos sin necesidad de aprobar todas las asignaturas- y una ideologización de la enseñanza como jamás se había visto en democracia.

El «catecismo» de la izquierda

«No esperaba nada bueno, pero esto es mucho peor de lo que me esperaba. Han vaciado de contenidos todos los currículos y han introducido la perspectiva de género hasta en Matemáticas, donde, además, hay una obsesión porque los niños no sufran cuando ven un problema -denuncia Delibes-. Dicen que las niñas van peor que los niños porque las matemáticas están masculinizadas, así que ahora hay que darles un sentido socio-emocional. De verdad, que creo que hemos enloquecido». Después de 25 años como docente, esta profesora de Secundaria describe el nuevo currículo como «un panfleto peligroso lleno de detalles doctrinarios y de toda la ideología de la nueva izquierda: No se puede tolerar que, de las 300 páginas que tiene el currículo, el 80% sean de pedagogía, afectividad e ideología».

En el caso de Historia, los profesores aseguran que el Gobierno ha convertido la asignatura en una suerte de Ética que, además de abandonar la enseñanza cronológica y suprimir gran parte del temario en Bachillerato, parece más destinada a hacer una revisión crítica que a aprender realmente de dónde venimos. «Nos hablan de un ‘compromiso por la paz’… Pues vale, pero tú tendrás que explicar la II Guerra Mundial, ¿no? Y luego ya vendrá el profesor de Ética y dirá lo que sea, digo yo», se queja Felipe de Vicente, que acusa al Ejecutivo de haber distorsionado la Historia: «La han convertido en una especie de catecismo ideológico muy difícil de concretar».

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