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La Organización Mundial de la Salud considera la obesidad y el sobrepeso un problema de salud pública que se ha triplicado en todo el mundo en el último medio siglo. En España, es de máxima magnitud. Según los datos de una investigación conjunta del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), más de la mitad de la población tiene exceso de peso u obesidad. Con unas incidencias del 55,8% y del 18,7%, respectivamente, el trabajo pone el foco en los condicionantes sociales y alerta del riesgo para los niños. Uno de cada tres supera el peso recomendado y uno de cada diez tiene obesidad.

Contra una percepción social cada vez menos generalizada, no se trata de un problema estético. El propio informe pone de manifiesto que “la obesidad y el sobrepeso infantiles, en conjunto denominados exceso de peso, aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas que antes eran casi exclusivas de los adultos, además de asociarse a mayor probabilidad de tener exceso de peso en la edad adulta”. Unos problemas, señala, que son “altamente prevalentes en España, en línea con las cifras en Europa y en el mundo”.

“Casi uno de cada tres niños y uno de cada dos adultos tiene exceso de peso. Eso es una cantidad de personas muy grande, por lo que estamos hablando de un problema de salud pública de primera magnitud”, señala una de las investigadoras del estudio y miembro del CiberESP de salud pública, Beatriz Pérez Gómez, del Centro Nacional de Epidemiología. El trabajo se ha elaborado en base a datos de la encuesta ENE-Covid, que estudió la seroprevalencia del virus en 2020. La potencia de ese análisis, que permitía obtener información incluso a nivel provincial, dibuja un mapa de prevalencia con franjas claramente diferenciadas.

Como puede verse en el siguiente gráfico, a excepción de Galicia y Asturias, las menores tasas de obesidad están en las provincias del norte, mientras Andalucía marca los peores registros. “Inicialmente, nuestro trabajo no estaba diseñado para estudiar obesidad, así que no están recogidos hábitos o patrones dietéticos y la capacidad para explicar las diferencias provinciales es limitada”, reconoce la autora.

A menor nivel de renta, más obesidad

El informe sí recoge otros factores que señalan en la misma dirección que la evidencia disponible hasta ahora: los condicionantes sociales repercuten en la obesidad. A menor nivel de estudios y renta, mayor tasa. Las diferencias son notables en ambos parámetros. Por ejemplo, la prevalencia entre la población que no ha podido acceder a los estudios básicos escala hasta el 33,7%. Esta cifra baja de forma escalonada hasta el 10,8% entre quienes han terminado una carrera universitaria. Con la renta ocurre algo similar. Entre el 25% más pobre de la población la incidencia se sitúa entre el 22,4%, mientras que solo el 14,2% del 25% más rico del país es obeso.

Además de estos, en la siguiente gráfica se muestran otros factores, como son la discapacidad y el tamaño del municipio en el que se vive. Entre las personas con algún grado de discapacidad, la prevalencia de la obesidad está en el 27%, 11 puntos más que entre quienes no la tienen. En el caso del número de vecinos, a medida que disminuyen, aumenta la obesidad.

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