Después de años triunfando con la literatura infantil, Miguel López, más conocido como El Hematocrítico, se estrena en la literatura adulta. Y lo hace con ‘Escúchalos’, un ensayo en el que pone de manifiesto la necesidad de velar por una infancia más tranquila, más escuchada y, sobre todo, más respetada. 20 años de experiencia como profesor, y también como padre, le autorizan, con creces, de hablar de temas tan controvertidos como los deberes, las extraescolares, el aburrimiento e incluso de los temidos grupos de ‘WhatsApp de madres (y algún padre)’. Todo aderezado con su inevitable sentido del humor.

Ya está a la venta tu primer ensayo, todo un manifiesto en defensa de la infancia… ¿Por qué te has decidido a escribirlo?

Este libro es como una extensión de la columna de educación y crianza que tengo en la revista GQ, donde comento las cosas que voy viendo día a día, en el colegio, en el parque, doy mi punto de vista de lo que está pasando en educación… Es el punto de vista un profesor que lleva 20 años, pero también el de alguien que escribe humor. Hablo de cosas importantes, pero no puedo esquivar mi tono…

En este libro reflexionas sobre la infancia en distintos ámbitos: en casa, en el colegio, en el patio… ¿Quién te gustaría que lo leyera? Que se diera por aludido…

Pues sobre todos los padres, que deben ser más o menos de mi edad, y también los abuelos. Y que hicieran ese ejercicio que propongo después de cada unidad, que conversen con su pareja, sus amigos…

Con estas preguntas que planteas después de cada capítulo parece que quieras conectarnos, hacernos recordar nuestra propia infancia. ¿Es así?
Con todos mis libros pretendo que los lectores se hagan preguntas, pero aquí lo he querido hacer de manera explícita y con preguntas literales, porque me parece importante invitar al diálogo, tanto con los demás como con nosotros mismos, en el tema de la infancia. Y es que, muchas personas han dejado de pensar cómo eran de niños, cómo les trataban, cómo les gustaba que les trataran… Y realmente se produce aquí una disonancia de la que es importante que nos demos cuenta.

Si todos hemos sido niños, ¿por qué nos cuesta tanto entenderos, poneros en su piel?

Esa es la misma pregunta que me hago yo porque, como cuento en el libro, creo que yo nunca he dejado de pensar como un niño. Siempre tengo muy fresco cómo me sentía cuando era niño y creo que no he perdido esa conexión, por eso me sorprende tanto cuando a la gente no le ocurre lo mismo. De hecho, la gente de la que suelo rodearme es como yo en ese sentido. Me voy encontrando por la vida con muchos ‘niños vigentes’.

¿Hay que recordar a menudo que tenemos que ser cariñosos y empáticos con los niños?

La empatía es una cualidad que se trabaja, desde luego, pero que tenemos o no, pero desde luego que es indispensable para trabajar con niños…

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