Gases tóxicos, malos olores y sustancias nocivas. Son algunas de las quejas de organizaciones vecinales y ecologistas que pesan sobre el Parque Tecnológico de Valdemingómez, al sureste de Madrid. Un complejo que, hasta ahora, acoge la mayor parte de los residuos de la ciudad y que se encuentra a escasos kilómetros de zonas pobladas como el Ensanche de Vallecas o la Cañada Real.

El laboratorio holandés ToxicoWatch en colaboración con Ecologistas en Acción, la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM) y el Grupo de Acción para el Medio Ambiente (GRAMA) han elaborado un estudio de biomonitorización en la zona.

Entre sus resultados, preocupan los niveles de «sustancias nocivas» para la salud y el medioambiente detectados en el entorno de la incineradora, que cada día quema una media entre 900 y 1.000 toneladas de desperdicios.

Este es el primer estudio que evalúa la presencia de contaminantes peligrosos en alimentos y vegetación, recogidas además a lo largo de varias campañas de muestras biológicas, y las conclusiones arrojan varios datos relevantes.

Por un lado, los niveles de dioxinas en los huevos de gallinas recogidos en ese entorno superan los límites legales establecidos por la Unión Europea y, por otro, los niveles de dioxinas y furanos en agujas de los pinos medidas son las más altas en comparación con otras ciudades europeas como París, Kaunas, Pilsen, San Sebastián o Bilbao.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera a las dioxinas y los furanos como compuestos orgánicos persistentes (COP), ambos peligrosos para la salud. De acuerdo al estudio llevado a cabo por el laboratorio holandés, los análisis de dioxinas en los musgos muestran niveles hasta 20 veces superiores en comparación con la fuente de referencia, situada a cuatro kilómetros. En las agujas de pino carrasco, son hasta 75 veces superiores.

Como explica Carlos Arribas, portavoz de Ecologistas en Acción, esta biomonitorización recoge contaminantes fijados en seres vivos durante un tiempo prolongado y ocasionalmente su bioacumulación. Por este motivo, en su opinión, «tiene más fiabilidad que las mediciones puntuales sobre calidad del aire para la detección de la contaminación».

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