A pesar de la alta incidencia de menores con Trastorno del Espectro Autista, el sistema educativo sigue sin ofrecer respuesta a sus necesidades. El especialista, que considera a las familias como un elemento principal de su educación, explica las consecuencias de estos déficits.
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una de las causas de diversidad funcional más comunes y también más desconocidas. Se calcula que uno de cada cien niños en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud, presenta rasgos TEA en mayor o menor medida, aunque se presume que este porcentaje podría ser bastante más alto debido, sobre todo, a la mayor precisión de los actuales métodos de diagnóstico y a una mejor formación de los profesionales. Es precisamente la labor de estos profesionales la que está consiguiendo una inclusión cada vez más real de los menores con autismo en diferentes ámbitos de la sociedad, consolidando su participación en parcelas de la vida hasta hace poco inalcanzables para muchos de ellos. Sin embargo, existe una, probablemente la más importante de todas, en la que todavía queda mucho trabajo por hacer: el sistema educativo.
Hay un desfase significativo entre la prevalencia de los niños con TEA y la respuesta real en el contexto educativo. Estamos lejos de tener un 1% de plazas específicas para estos niños en los colegios, así que desde esa perspectiva ya existe un sesgo importante”. Detrás de esta afirmación se encuentra Luis Pérez de la Maza (Madrid, 45 años), director técnico de la Fundación AUCAVI —organización que se dedica a cubrir las necesidades de estos menores proporcionándoles apoyo específico a lo largo de su vida— y uno de los mayores especialistas en educación en el ámbito del autismo que existen en España. Para él, el camino de la normalización es todavía largo.
PREGUNTA. ¿Qué es lo que encuentran los padres de una niña o un niño diagnosticado con TEA cuando entran en el sistema educativo español? ¿Se les está ofreciendo una educación de calidad?
RESPUESTA. La respuesta es variable. Hay familias que lo que quieren es un buen acompañamiento, asesoramiento y orientación. Me gustaría pensar que son las más, pero no lo creo, fruto sobre todo de una politización en el sistema educativo. Hay estructuras en nuestras comunidades autónomas que responden a planteamientos ideológicos más que a respuestas técnicas, objetivas, que son aquellas que valoran las necesidades educativas reales. Lamentablemente, a pesar de que exista una Ley Orgánica de la Educación, la respuesta es diferente en cada una de ellas. Probablemente, ese sea un fallo estructural en el sistema.
P. ¿Qué necesita entonces el ámbito educativo en España para sensibilizarse sobre las necesidades de un colectivo tan amplio?
R. En primer lugar, formación para entender y sensibilizarse sobre las necesidades de un colectivo tan diverso. Esa diversidad provoca también que sea más compleja la respuesta y que no sean únicas, pero tampoco podemos plantear un esfuerzo a toda la comunidad educativa sin dotarles de herramientas y elementos como para poder responder. En este sentido, se están llevando a cabo iniciativas de carácter privado encaminadas a conseguir ese objetivo, como el programa Compromiso Autismo, por ejemplo, desarrollado en la Comunidad de Madrid por la Federación Autismo Madrid y la Fundación Gmp [organización que trata de mejorar las condiciones de vida de las personas con Síndrome de Down y Daño Cerebral Adquirido]. Esta se dedica de manera integral a formar a los profesionales, docentes y no docentes, de determinados centros educativos sobre la realidad de los alumnos y las alumnas con TEA, de forma que los colegios adscritos puedan desarrollar un plan de accesibilidad cognitiva que permita abordar las necesidades de los menores de manera transversal, dentro y fuera de las aulas.
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