‘Mary Poppins’ cuenta la historia de una niñera que logra encauzar a dos niños rebeldes

«¿De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerle sentir mal? Ellos actúan bien cuando se sienten bien», reflexiona en repetidas ocasiones Jane Nelsen, cocreadora de la metodología Disciplina Positiva, cuando habla acerca de los métodos empleados comúnmente para tratar un mal comportamiento en los menores. Ésta y otras muchas reflexiones se escucharon directamente de esta gurú de la educación y autora de más de 20 libros sobre disciplina y crecimiento personal tan sólo hace unos días en Madrid en la conferencia ‘Disciplina Positiva. Desarrollando niños y jóvenes competentes’, organizada por el centro educativo Joyfe.

«Lo hemos intentado todo», le suelen decir algunos padres ante la conducta desobediente de sus retoños, a lo que la autora pregunta «pero, ¿qué habéis intentado?». La mayoría de las respuestas seguía una misma línea: sermones, gritos, regañinas, cachetes, castigos, eliminar privilegios, premios, regalos… La conclusión de Nelsen iba siempre a parar al mismo sitio: «Si lo habéis intentado todo, ¿por qué continuáis? y, ¿por qué no probáis otra cosa? ¿Quién es el niño, entonces?».

La Disciplina Positiva se diferencia de la convencional en que es efectiva a largo plazo. Es mucho más que modificaciones de conducta puntuales que no calan a la larga en el niño. Está basada en los trabajos del doctor Alfred Adler y el psiquiatra infantil Rudolf Dreikurs realizados en los años 20, cuya idea principal giraba en torno a formar a los padres para que pudieran educar adecuadamente a sus hijos, poniendo el foco en una relación basada en el respeto y el amor y en la que se tenía en cuenta cómo se siente el niño. Pero fue en los años 80 cuando Jane Nelsen, junto a Lynn Lott -fundadoras de la Asociación Americana de Disciplina Positiva-, estableció unos principios y herramientas.

Así, este modelo educativo propone el respeto mutuo y la cooperación como ejes vertebradores de la relación padres e hijos. Es amable y afectiva, pero firme a su vez. Busca entender el comportamiento del niño para guiarle en su camino, dándole la oportunidad de resolver por él mismo un error o que tome conciencia de una actitud equivocada, sin caer en luchas de poder. En este sentido, huye de la disciplina punitiva, basada en castigos hirientes y poco constructivos que provocan sentimientos de resentimiento o venganza. Tampoco premia o recompensa. Es un enfoque que no incluye ni el control excesivo ni la permisividad.

Pero, ¿los niños qué asimilan? Deseo de cooperar y contribuir, comunicación y habilidades para la resolución de conflictos, motivación para aprender, participación, responsabilidad, autodisciplina, flexibilidad… «¿Les gustan estos valores para sus hijos?», preguntaba Jane Nelsen al auditorio antes de empezar a compartir algunas de las herramientas de este método, porque «no hay padres perfectos, necesitamos formarnos para desenvolvernos en la tarea de educar».

Algunas herramientas básicas

1. Amabilidad y firmeza juntas evitan el autoritarismo y la permisividad. Cuando no surtan efecto ofrezca opciones. «Sé que quieres jugar a los videojuegos pero tu tiempo terminó. Podemos dejarlo o la tendré que guardar».

2. Conecte emocionalmente antes de corregir al niño. «Te quiero, pero la respuesta es no».

3. Reuniones familiares. Fomentan la cercanía y la cooperación de toda la familia. Se trata de buscar soluciones, compartir sentimientos y debatir, con respeto y sin buscar culpables, los asuntos que han ido surgiendo.

4. Preguntar en lugar de dar órdenes potencia el desarrollo de un pensamiento propio en el niño. «¿Qué tienes que hacer para que no se te piquen los dientes?», frente a «lávate los dientes».

5. Confiar en el niño le ayuda a creer en sí mismo. «Veo que no es fácil, pero creo que si lo intentas otra vez puedes lograrlo».

6. Motivación. Un niño que se porta mal es un niño desmotivado, que no se cree aceptado o valorado.

7. Evite consentir en exceso para que no desarrolle la creencia de que se debe hacer todo por él. Si el niño se identifica con «yo soy capaz», se siente más preparado para afrontar las dificultades.

8. Cálmese antes de tratar de solucionar un conflicto. Es mejor esperar a que el ambiente sea más tranquilo y se haya recuperado la capacidad de razonar.

9. El ejemplo es la mejor enseñanza que recibirá su hijo. ¿Si usted no maneja su conducta, considera que el niño lo hará?

10. Cumpla con lo que dice o de lo contrario el niño aprenderá que no tienen valor sus palabras.

11. Exponga qué hará y no entre en luchas de poder. «Cuando la mesa esté puesta, serviré la cena».

12. Valore las conductas positivas y los logros. «¡Qué bien y qué rápido te has puesto la ropa hoy!».

13. Ante los berrinches trate de pedir un abrazo a su hijo con la excusa de que usted lo necesita. El resultado puede ser sorprendente.

14. Ayudar en casa. El niño se siente integrado, desea contribuir y desarrolla nuevas habilidades y capacidades.

15. Mire a su hijo a los ojos cuando le hable. Sólo en ese momento en el que haya establecido contacto visual comience a conversar. Es más factible que escuchen de este modo que si les lanzamos las órdenes a gritos o desde la otra punta de la habitación.

  • La base de este método son las relaciones de respeto mutuo
  • Es un modelo firme y amable que evita los castigos y hace sentir al niño importante, valioso y parte de su entorno

Fuente: elmundo.es