Somos padres y personas adultas con un día a día intenso. A veces con graves problemas. Con días buenos, con días malos y con la responsabilidad de educar a nuestros hijos. Es una gran responsabilidad la que tenemos. A veces, se nos pasa por alto que para los niños tampoco es fácil el día a día.

En muchas ocasiones nos quejamos de lo difícil que nos lo ponen los niños, del poco caso que nos hacen y de lo poco que entienden lo que decimos una y otra vez.

Es verdad, es difícil pero para ellos también es muy difícil, mucho más que para nosotros. Debería ser más fácil para nosotros como adultos entender  qué les ocurre  y prestar atención a lo que para ellos es importante.

Para ellos es importante cosas como llenar la casa de juguetes, jugar, jugar y jugar todavía más. Es el momento de hacerlo, cuando son niños. Ya serán adultos y serán importantes otras cosas.

Cuando nosotros llegamos del trabajo después de un día complicado, deseando tomarnos un respiro y resulta que en casa el día tampoco está siendo fácil, reaccionamos generalmente de mala manera. Arrepintiéndonos a veces después, sin pensar que para nuestros hijos a lo mejor también el día ha sido complicado. Su día en el cole puede no haber sido bueno. Puede que esté cansado porque haya pasado mala noche. Puede que después del cole haya tenido que ir a alguna actividad extraescolar y le haya cansado aún más. Puede que lo que ese día precisamente necesite sea consuelo por nuestra parte y se encuentre con nuestro mal humor por nuestro mal día.

Ser niños no es nada fácil

Ellos también tienen días intensos, días buenos y días malos, la diferencia es que nosotros somos los adultos y ellos los niños.

Ser un niño no significa que la vida sea fácil. La responsabilidad de su educación es nuestra. No podemos pagar nuestro mal día con ellos regañándoles por su actitud, ordenando cada cosa que a nosotros como sus padres nos alivia, esperando además que sea positivo para ellos.

Esto nos ocurre porque tenemos la tendencia a pensar que deben obedecernos y que como somos sus padres tenemos un grado de superioridad adquirido e innato desde el momento que nacen. Si dejamos de pensar de esta manera y nos ponemos a su mismo nivel, los conflictos nada tienen que ver. ¿A quien le gusta que le den órdenes?

¿Queremos tener niños que obedezcan a todo lo que les decimos porque somos sus padres?. Es muy probable que con la insistencia lo logremos porque somos sus personas de referencia y porque además les decimos que es lo correcto. Es más les premiamos cuando obedecen.

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