A partir de los 11 ó 12 años, chicas y chicos empiezan a experimentar una serie de cambios muy profundos, tanto físicos como psicológicos. Su organismo evoluciona a pasos agigantados, y su personalidad intenta ponerse a la par. Y esto implica también novedades, y muchas, muchas, vacilaciones.

Lo entenderemos mejor si  tenemos en cuenta un importante detalle: están renunciando a su papel infantil para ir adquiriendo, poco a poco, actitudes más adultas. Y este cambio no se produce sin que surjan ciertos miedos: nuestros (es inevitable) y de ellos.

Se sienten más mayores y desean que les tratemos como tales. La figura de los padres que tenían cuando eran más pequeños ya no les sirve, así que se acercarán a ellos desde una posición más adulta.

¿Por qué empiezan
 a poner distancias?

Esta situación puede originar tensiones familiares si no intentamos ponernos en su lugar (¿o nosotros no pasamos por ello?), aunque nos asusta un poco que se estén haciendo mayores demasiado pronto.

Pero ¡ya no son unos críos! Es lógico que reivindiquen  una mayor intimidad.Necesitan más espacio para sentirse a solas consigo mismos. Si a esto le añadimos el hecho de que están en la edad de la creatividad (seguro que pintan, dibujan, escriben o hacen fotos), es lógico que necesiten aislarse de vez en cuando y poner en orden sus cosas sin sentirse observados.

Hay que respetar su territorio. Igual que exigimos a nuestro hijo que no toque nuestras cosas, tampoco nosotros debemos hurgar en sus bolsillos, cotillear en su diario o abrir sus mails o whatsapps que llegan a su móvil. Si tiene que llamar a la puerta para entrar en nuestra habitación, qué menos que nosotros hagamos lo propio en la suya.

¿Y cuando llega a casa y sin decir nada se encierra en su cuarto? Siempre que no lo haga continuamente o sin ningún motivo explicable, no hay que darle mayor importancia; todos tenemos días tontos. Pero si necesita sentirse aislado por sistema y de forma exagerada, puede que tenga problemas de adaptación o de cualquier otro tipo. No dudemos en acudir a un psicólogo si no somos capaces de descubrir qué le preocupa.

Es importante que le hagamos ver que le queremos, pase lo que pase, aunque le regañemos por un determinado comportamiento o no estemos de acuerdo con sus ideas. Un halago cuando haga algo bien nunca está de más; y explicarle por qué nos hemos enfadado, tampoco.

¿Qué podemos hacer los padres?

  • El diálogo entre padres e hijos siempre es importante, y aún más a esta edad. Hay que charlar con él, negociar las normas y recurrir al castigo solo cuando hayamos agotado todos los recursos. Así se sentirá aceptado y querido.
  • Para que sea fructífero, hay que hablar con él desde una actitud de comprensión y escucha, y favorecer un ambiente distendido en el que pueda expresar sus sentimientos. Tener en cuenta su opinión y permitirle que exprese todo tipo de emociones, ya sean positivas o negativas, es otro punto clave. Que suelte su rabia y sus temores, pero que pueda mostrar también su ternura y alegría.
  • Cuando lleve amigos a casa, no le molestemos sorprendiéndole para ver qué hacen en su cuarto. Es mejor explicarle qué está permitido y qué no y darle un voto de confianza.
  • Si comparte habitación con su hermano, cada uno ha de contar con un espacio privado y ambos deben respetarlo.

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