«Nuestros hijos son nativos digitales’. Éste es un supuesto con el que comienzan muchas de las preguntas que me hacen en entrevistas o conferencias periodistas y padres interesados por la interacción de los niños con la tecnología que coloniza nuestras mesas de trabajo, nuestros hogares, nuestros bolsillos y, sobre todo, nuestras manos. Parece como si dominar un ‘smartphone’ fuera lo mismo que dominar o ser nativo en un idioma. Yo intento siempre aclarar la diferencia que existe entre nacer en una era digital y ser nativo digital.

Tus hijos no son nativos digitales, porque pasar el dedo por encima de una tableta, no tiene nada que ver con dominar el habla. La cantidad y complejidad de interacciones entre lengua, labios, dientes, paladar y cuerdas vocales que se requieren para dominar el habla es tal que el cerebro de un niño tarda unos siete años en pronunciar correctamente, mientras que con tan solo un año de vida el bebé ya es capaz de elegir o descartar sus dibujos favoritos en la pantalla de tu teléfono con un simple movimiento lateral de su dedo índice.

Tus hijos no son nativos digitales, porque aprender los matices de una lengua es una labor compleja que tarda décadas en dominarse. Aprender a utilizar un ‘smartphone’ o una tableta apenas lleva unos pocos días a una persona anciana. El entorno digital se ha simplificado tanto que es el dispositivo el que adivina el próximo paso de tu cerebro y no al revés, haciéndolo todo genial y estúpidamente sencillo a la vez.

Tus hijos no son nativos digitales, porque no hay un idioma digital. No hay reglas de gramática, ni cursos, ni academias, ni diccionarios que digan cómo se debe mover el dedo sobre un ‘smartphone’ o una tableta. Si quieres que tu hijo aprenda un idioma relacionado con el mundo digital, enséñale programación. Pero jugar a los videojuegos o poner vídeos en tu teléfono no es hablar un idioma.

Cuando tu hijo pasa el dedo por tu teléfono móvil apenas se activan unos cientos de miles de neuronas, principalmente en las regiones cerebrales relacionadas con ver la pantalla y mover el dedo. El resto de su cerebro, tristemente, aparece casi apagado. Cuando tu hijo aprende un idioma, habla con su mamá o con un amiguito prácticamente todas las regiones de su cerebro se activan como si de un árbol de navidad se tratara, reflejando la complejidad de discriminar los sonidos, las sílabas, las pausas, los significados de las palabras y los significados que esas mismas palabras adoptan cuando los verbos, adverbios, preposiciones y adjetivos las unen, las modifican y les dan un nuevo sentido.

Los sonidos que suenan cada vez que tu hijo explota un globito en la pantalla de tu teléfono, tampoco son un idioma. En un idioma, las inflexiones de la voz que transmiten intensidad, calma, duda o seguridad, son difíciles de interpretar. Los gestos de la cara, con todos los matices que aportan la caída de los párpados, la dirección a la que se dirige la mirada, el candor de las mejillas o la sonrisa, todo ello conocido como lenguaje no verbal, también forman parte del incomparablemente complejo ejercicio de comunicarse con otro ser humano.

Tus hijos no son nativos digitales, porque son nativos de un mundo natural. Un mundo en el que manos, boca, ojos, olfato e inteligencia están estrechamente unidos. Millones de años de evolución ha dotado a tus hijos de un cerebro preparado para aprender tocando, escuchando, hablando y jugando. Aunque se empeñen en vendernos lo contrario, la tecnología no es una ventaja a edades tempranas. Un niño aprende mejor la diferencia entre tres y cuatro metiendo con sus manos escarabajos uno a uno en un cubo que pasando el dedo sobre una aplicación de matemáticas en una pantalla. Un niño aprende a dominar la escritura mejor sujetando el lápiz con fuerza, imaginando el trazo, sintiendo cómo la mina deja su rastro y olor sobre una hoja de papel que moviendo su dedo sobre una aplicación en una pantalla.

Mover el dedo sobre una tableta o un ‘smartphone’ no es un idioma. Nuestros hijos han nacido en una era digital, pero no por ello son nativos digitales. No hay ninguna necesidad de zambullirse en el mundo digital a edades tempranas. Cuanto más hables, más leas y más juegues con tus hijos mayor será su capacidad de entender y relacionarse con el mundo y consigo mismos. El idioma más importante para el niño es el lenguaje; la comunicación entre personas que les permitirá leer un buen libro, entender lo que un amigo dijo e intuir lo que realmente quiso decir, saber lo que otra persona siente con tan sólo mirarle a los ojos, escribir una redacción de sobresaliente, defenderse de un compañero abusón o declararse, algún día, al amor de su vida.

Fuente: www.elmundo.es