¿Qué pasa cuando los gobiernos permiten que haya familias con pocos recursos? Que tienen hijos con una «marca» que les hace crecer en desigualdad.
La desigualdad no es solo la que se ve, la evidente del cómo vistes, dónde vives y con quién te codeas, sino también, y la que nos parece igual o más terrible, la que no se ve, la que afecta al desarrollo de los bebés y niños. ¿Que de qué hablo? Pues hablo de la conclusión a la que ha llegado un estudio, que demuestra que los niños pobres crecen con un cerebro más pequeño.
Culpa del estrés, la mala alimentación y la tristeza
La culpa de que esto suceda es el ambiente en que nace un bebé. Allí donde hay estrés, donde los niños no llevan una alimentación adecuada y donde reina la tristeza, los nervios de no saber cómo salir adelante, la depresión de ver que no progresas y las dificultades para hacer prosperar a tu familia, los niños se desarrollan peor.
¿Cuánto peor? Pues según el estudio que hoy comentamos, el tamaño del cerebro puede llegar a ser hasta un 6% más pequeño que el de los niños que pertenecen a estratos sociales más altos.
Datos del estudio
El estudio se ha realizado en EEUU y lo han llevado a cabo las neurocientíficas Kimberly Noble, de la Universidad de Columbia (Nueva York) y Elizabeth Sowell, del Hospital de Niños de Los Ángeles (California), entre otros. Para llevarlo a cabo estudiaron a 1.099 personas de entre 3 y 20 años, de familias cuyos ingresos iban desde menos de 4.500€ a más de 273.000€ anuales.
Como en EEUU las personas más pobres suelen pertenecer a grupos étnicos minoritarios estudiaron la base genética de cada persona para que las posibles diferencias por la etnia no sesgaran los datos finales (si las personas de origen latino, por ejemplo, tuvieran de por sí un cerebro más pequeño, y esto no se tuviera en cuenta en los datos, la conclusión del estudio sería errónea.
¿Que cómo estudiaron el cerebro de tanta gente? Pues haciéndoles una resonancia magnética con el fin de estudiar la superficie cortical del cerebro, que es la zona responsable del desarrollo del lenguaje, la memoria y la creatividad e imaginación. Dado que es una parte del cerebro que aumenta de tamaño durante la infancia y la adolescencia, consideraron que era un buen indicador de las posibles diferencias en base al estatus social.
Según leemos en La Vanguardia, Natalie Brito, una de las investigadoras, lo explica de este modo:
Una mala educación, falta de estímulo o acompañamiento en el aprendizaje, o un contexto desagradable como un ambiente estresado y una alimentación desequilibrada, son factores que sin duda tienen que ver con la pobreza y coartan el desarrollo cerebral.
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