Pocas cosas desesperan (y minan) más a los padres que enfrentarse, trimestre tras trimestre, a los suspensos ‘cosechados’ por sus vástagos en los estudios. El cóctel molotov de emociones negativas que provoca cada ‘cate’ reincidente provoca un estallido cuya onda expansiva afecta a todos los miembros de la familia y es, entonces, cuando arrecia la lluvia de reproches. «El niño no estudia lo suficiente; sí es que la niña se pasa el día mirando el móvil; el problema es que tú no estás nunca en casa para ayudarles; ¡pero si yo me lo sabía todo!», esgrimen unos y otros.
Este curso, por si no tuviéramos suficiente ya con la ebullición hormonal y las redes sociales, el confinamiento ha hecho que los chavales (especialmente los adolescentes) estén más dispersos que nunca para desesperación de progenitores y profesorado.
¿Cómo gestionamos toda esta locura para que el tema no se nos vaya de madre? ¿Qué tenemos que hacer para conseguir que nuestros hijos aterricen en esta nueva normalidad que nos ha tocado vivir? «Ante los cambios que han vivido y que siguen presentes en el entorno escolar, es importante proporcionarles estabilidad y una rutina clara y sencilla«, apunta Josselyn Sevilla Martínez, psicóloga del Instituto Psicológico Cláritas.
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