Menos repetición y más investigación. Ésta es la máxima que impera dentro de la nueva corriente pedagógica que aboga por cambiar el modelo educativo de España. «Nuestro país está muy atrasado en cuanto al tipo de enseñanza que desarrolla. Los deberes son un indicador de este desfase». Rafael Porlán, catedrático de Educación de la Universidad de Sevilla, realizó estas declaraciones en el Teatro Villa de Mairena, dentro de unas jornada sobre educación organizadas por el Ayuntamiento de Mairena del Aljarafe. En su intervención, este experto abogó por analizar la problemática de las tareas extraescolares desde dos dimensiones.

Por un lado, desde la perspectiva de los Derechos Humanos del Niño promulgados en 1991, en cuyo artículo 31 se establece que los estados reconocen el derecho de los menores «al juego, esparcimiento y actividades recreativas propias de su edad». «Faltan mecanismos para que esos derechos se respeten. Los padres, los docentes y la sociedad en general debemos estar vigilantes para que los niños disfruten de esos derechos», incidió Porlán.

La pedagogía constituye la segunda dimensión desde la que deben observarse los deberes. El catedrático de Educación de la Hispalense detalló que existen varios tipos de tareas extraescolares, aunque las que predominan en España se articulan a través de «mecanismos repetitivos y memorización». «Estos deberes sirven para algunos aprendizajes, pero cuando se trata de contenidos conceptuales el niño no encuentra sentido a lo que está haciendo», explicó Porlán. En este punto, subrayó, tomando el ejemplo de otros países, como Canadá, que los ejercicios que se encargan fuera del horario lectivo deben convertirse en el vínculo «entre la vida y la escuela». «Se trata del ámbito en el que crecen, y es en él donde deben desarrollar proyectos de investigación», subrayó el catedrático, quien apostó por que los padres ayuden a los hijos en estas tareas.

«Por ejemplo, a la hora de explicar las relaciones comerciales es conveniente que los padres acudan con sus hijos a las tiendas del entorno más inmediato, es decir, de su barrio. Que hablen allí con los encargados y dueños de los establecimientos para que le expliquen qué productos y qué cantidad venden, los empleados que tienen y otras características del negocio, así el niño podrá aplicar un contenido conceptual como es el comercio a la realidad más cercana», relató Porlán.

En estas jornadas también participó el inspector de la Delegación Territorial de Educación, Samuel Crespo, quien en su intervención partió de la idea de que el modelo educativo español está aún «anclado» en la corriente positivista desarrollada a principios del siglo XX. «Siguiendo las pautas de esta teoría, se concibe al niño como un adulto por construir y ése es un concepto erróneo», resaltó Crespo. Este inspector alertó de que en el futuro lo que más se va a demandar es la creatividad, íntimamente ligada a la «inteligencia emocional», que permite trabajar «en equipo».

«El problema de los deberes no son las horas que se emplean en hacerlos, sino cómo son esas tareas», destacó Crespo, quien apostó por abandonar los principios del positivismo y aplicar los de la neuroeducación. Para ello resulta fundamental conocer el cerebro humano. «En él existe una amígdala que decide si el aprendizaje lo memoriza a largo o corto plazo en función de la carga emocional que reciba en ese momento», detalló el inspector, que recordó que «siempre se aprende lo que nos apasiona».

Para Crespo, «los deberes que supongan una gran implicación del alumno y despierten su interés son los que más contribuyen al aprendizaje». Advirtió a los padres que tampoco resulta recomendable exigir menos deberes con el fin de emplear ese tiempo en otras actividades formativas, porque al final «sus hijos no tendrán horas para ser niños».

Fuente: www.diariodesevilla.es