Durante la gestión de la pandemia la infancia, la adolescencia y la juventud han sido las grandes olvidadas y maltratadas. Al no atender a su mirada, sus derechos y sus necesidades, las ciudades se convirtieron en espacios tremendamente hostiles para ellos y ellas. No podemos solucionar el pasado, pero sí podemos evitar que se reincida en errores como la clausura de zonas verdes y especialmente de los parques infantiles.
En un artículo recientemente publicado en Science, los autores afirman que “las medidas de mitigación de la pandemia que afecten al bienestar de la infancia sólo deberán tomarse si existe evidencia de que serán de ayuda, porque existe abundante evidencia de que son dañinas”. Y cada vez hay un mayor consenso entre las personas expertas para que deje de actuarse en contra de la “evidencia científica”, solicitando por tanto que no se cierren los parques públicos y las zonas de juego infantil.
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