El nivel de estudios de las familias, especialmente de las madres, influye directamente en las posibilidades de abandono escolar temprano de los estudiantes. Las cifras establecen una relación directa entre ambos factores: uno de cada cuatro estudiantes (20,8%) cuyas familias cuentan con el graduado escolar no siguen estudiando más allá de la ESO. Si el nivel de estudios es superior, esta posibilidad se reduce al 4%, es decir, es cinco veces menor, según datos incluidos en el informe anual elaborado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa sobre indicadores de Educación 2016.
El abandono escolar temprano incluye al porcentaje de personas entre 18 y 24 años que tienen como nivel máximo de estudios la etapa obligatoria de Educación Secundaria (ESO completa) o anteriores niveles, y que no siguen ningún tipo de formación.
«Las familias con estudios suelen proyectar más expectativas sobre sus hijos e hijas», dice Ildefonso Gómez, orientador del IES María de Molina de Madrid. De su experiencia de ocho años en este campo concluye que, en general, «buscan más recursos, tienen más propuestas, idean más salidas» en el caso de que se presenten obstáculos, aunque recuerda que «las estadísticas manejan números muy grandes». «Viendo uno a uno a los chicos y chicas se pueden sacar conclusiones distintas», matiza.
Isabel Cantón, catedrática de Didáctica en la Universidad de León, coincide en que «la estructura familiar es determinante» y, dentro de ella, «bastante más la formación de los familias que el nivel económico». Según los datos del INE, el nivel de estudios de la madre influye sensiblemente más que el del padre. «La diferencia es muy pequeña, pero deja al descubierto la estructura machista que perpetúa que sean las mujeres las encargadas de la educación de los hijos e hijas, especialmente en los primeros años», interpreta Cantón.
De las estadísticas, que sitúan a España como el país de la Unión Europea con mayor tasa de abandono escolar temprano (20% en 2015), se desprende la brecha entre unas familias y otras; unas desigualdades (económicas, sociales, de formación…) que la escuela no compensa, sostiene la experta. «Esto demuestra que unos niños y niñas tienen más oportunidades que otros, y en eso influyen muchos factores», añade.
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