Hace unos días mientras circulaba con mi carrito por unos grandes almacenes escuché a niño decirle a su hermana: «¡tú vete a esa sección que yo me voy a la de chicos!». Los dos salieron escopetados por diferentes pasillos aceptando con normalidad que algunos estantes no eran para ellos. A la niña le estaba vetada la entrada en el reino de la acción, de los retos, las aventuras, de los estampados de camuflaje y de las actividades en el exterior. Al pequeño, unas señales implícitas le prohibían traspasar la puerta al mundo de los cuidados, de la familia, la belleza, la purpurina, el hogar o la intimidad. Sentí unas ganas tremendas de coger a los dos de la mano y hacerles una visita guiada por aquellos pasillos que jamás se atreverían a pisar. Me sentí muy triste pensando que a todos esos niños y niñas que escogen ilusionados sus regalos en Navidad no les estamos brindando posibilidades sino todo lo contrario: se las estamos quitando. Imaginé una larga fila de niñas y niños lisiados caminando felices con sus paquetes con algunos miembros amputados. Tragué saliva, abandoné mi carrito con media piña en mitad de la nada y me fui despavorida a casa.
La escena de los niños mutilados no era tan irreal. Los juguetes entretienen, pero sobre todo son herramientas para descubrir y desarrollar nuestras capacidades. A los bebés les damos toda clase de objetos para que ejerciten sus habilidades físicas sin distinguir su sexo, pero después les privamos de ciertos juegos que también son importantes para explorar sus capacidades psíquicas, sociales y afectivas. Criamos a niñas estáticas que no se mueven por miedo a despeinarse y a niños incapaces de mostrar su vulnerabilidad. Educamos a niños competitivos que no se preocupan por el bienestar de los demás y a niñas que se sienten inseguras en el espacio público. A través de algo tan inocente como los juguetes creamos personas limitadas que no podrán desplegar todo su potencial. La culpa es del dichoso marketing, que con tal de llegar a su target es capaz de teñirlo todo de rosa o azul y obviar su responsabilidad social, pero quienes hacemos los regalos algo podremos aportar.
No se trata de imponer (al fin y al cabo acabaremos comprando aquello que les hace felices con tal de verles sonreír) pero siempre podemos incluir algunos «extras» que ayuden a menguar el sesgo de género con el que vienen empaquetados la mayoría de los regalos. Aquí va una lista de sugerencias:
PARA LOS NIÑOS:
Mostrar sus emociones. Hacia los 5 años, los niños entienden que pueden mostrar algunas emociones como el enfado, pero esconden todo lo que tenga que ver con la debilidad. Mostrarse vulnerables no es cosa de superhéroes, así que dejan de pedir ayuda y aparentan no tener miedo nunca. EMO es un juego de cartas para niños y niñas de entre 3 a 6 años con emociones que hay que identificar e imitar. Otra versión para edades más mayores es Ikonikus en el que los jugadores deben tratar de adivinar lo que sentiría el resto en diferentes situaciones.
Cuidar de los demás. A veces nos quejamos del exceso de amor en la construcción de la figura femenina, pero es mucho más preocupante su ausencia en la construcción de la masculinidad. Es importante plantear a los niños actividades que no se basen sólo en ellos mismos sino en conseguir también el bienestar de otras personas. Podemos empezar con este carrito médico ¡que también tiene ruedas y puede servir de monopatín! O este maletín de peluquería de madera con el que se pueden hacer cardados, masajear cueros cabelludos e incluso mechas californianas. Hypster y cuqui a la vez.
Ser cooperativos. ¿Por qué en la mayoría de juegos sólo hay un ganador? ¿Cómo influye esto en la concepción del éxito? Si queremos ciudadanos que se preocupen por construir una sociedad mejor es necesario estimular la cooperación. Menos Monopoly y más juegos como «Mi primer frutal» de 3 a 6 años o «La pandilla Hámster» de 4 a 8, proponen el trabajo en equipo como vía para ganar todos.
Cuidar de sí mismos. Es paradójico que a los chicos se les prepare para sobrevivir una semana sin comida en el Amazonas pero no para ser autosuficientes en el hogar. Muchos no sabrán ni plancharse una camisa (o sabrán, pero harán todo lo posible por evitarlo). Cuidar del espacio en el que vivimos y ser autónomos son valores que puede aprenderse desde pequeño. Este carrito de limpieza y el set de plancha con pulverizador hará que se familiaricen con los cuidados domésticos.
Normalizar la paternidad. ¿Cuántos anuncios habéis visto de niños cuidando un bebé? Yo ninguno. Los bebés tienen padres y madres, pero en la publicidad la paternidad está totalmente invisibilizada. Negar a los niños su dimensión paternal es cruel e irrazonable. Una marca que lleva varios años haciendo un gran trabajo de compromiso social es Toy Planet, que muestra a niños cuidando de muñecas como esta en sus catálogos.
Por supuesto también hay que dejarles ponerse horquillas de colores en el pelo, alas de mariposa, pintarse la uñas o colgarse collares. Si les apetece, ¿por qué no?
PARA LA NIÑAS:
No estar perfecta. Es un auténtico tostón tener estar mona las 24 horas y no poder mancharse, ensuciarse o despeinarse… La presión que tenemos las chicas desde pequeñas con la corrección en el aspecto físico y los modales puede resultar muy frustrante. Para compensar tanto almidonado podemos echar una partidita al Grim Grimaces que nos anima a estar feas, sacar la lengua o hacer toda clase de muecas, y leer Las princesas también se tiran pedos que nos recuerda que somos humanas y está genial serlo.
Activar su cuerpo. Las chicas también echamos de menos actividades que requieran esfuerzo físico y movernos por el espacio. ¡Nada de quedarse quietas! El juego de los movimientos o la Flor de agua les animarán a explorar los límites de su cuerpo, expresarse y conquistar el espacio.
Construir con nuestras propias manos todo lo que soñamos. Que las niñas no somos manitas es un mito infundado (o generado por la falta de juguetes). Podemos descubrir y practicar nuestras habilidades mecánicas y de ingeniería con este Kit de supervivencia para constructoras que además de permitirnos crear cientos de inventos nos ayuda con eso de la autoconfianza. Saldremos adelante en cualquier situación.
Saber de finanzas. La economía puede ser muy divertida, además de necesaria para desenvolvernos en la vida. Enseñar a las niñas a llevar su propio negocio o tener una visión de economía ética y global puede ser muy gratificante. Para ponerlo en práctica, el juego Ethica.
Interesarse por la ciencia. Aunque El Hormiguero se empeñe en relegar a sus colaboradoras a los juegos más tontos, la ciencia también puede ser un territorio para chicas. Este set de ciencia para peques es una buena forma de despertar en ellas esa capacidad de análisis y de sorpresa.
Las niñas también pueden conducir coches, pilotar aviones o jugar a ser policías (dejando los disfraces sexualizados fuera de la lista). También son muy inspiradores los muñecos sin sexo de Sopa de Príncipe. A la hora de jugar, ¿qué más da que sea chico o chica?
Fuente: huffingtonpost.es