«El cerebro de un niño no es una esponja. No lo puede absorber todo. Tiene su propio límite. Generamos niños con alergia a la paciencia, a la soledad y al aburrimiento». Al menos es la teoría de Alicia Banderas Sierra, autora de «Niños sobrestimulados». Esta psicóloga, especializada en educación, plantea este libro para ayudar a padres y educadores a conocer las claves para entender cuáles son los riesgos de la sobreestimulación de los niños y qué podemos hacer para respetar su ritmo de aprendizaje. Su obra también pretende ser un manual de buenas prácticas para el uso de la tecnología, previniendo ciertas conductas como las adicciones, una autoestima frágil o la sorprendente soledad en la era de millones de amigos.

—Los padres de hoy cada vez tenemos mayores conocimientos y estamos más formados e interesados por su educación, pero a la vez estamos más perdidos ante nuevos retos.

—De un tiempo a esta parte se ha empezado a divulgar el conocimiento que antes era de unos pocos para todo el mundo. Pero también soy muy crítica. Es verdad que las familias tienen ese exceso de información, están más formados. Y todos quieren lo mejor para sus hijos por lo que piensa, «si dispongo de todas estas herramientas por qué no voy a utilizarlas»… Pero en ese ansia de educar mejores niños nos hemos pasado al otro lado. Muchos padres no manejan o no filtran bien esa información y no aplican lo que atiende mejor a las necesidades de sus hijos.

—En su libro hace referencia a la hiperestimulación a la que ahora se somete a los niños. Padres que se preguntan: «¿Cómo vamos a perder la oportunidad de que nuestros hijos aprendan inglés y chino, ajedrez y robótica?

—Ahora mismo vivimos con esa presión social, a la que hay que poner un límite. Yo digo los niños sobreestimulados por el afán de crear super niños los exponemos a estímulos antes de tiempo de manera excesiva y precoz, por ejemplo a tareas a veces demasiado complejas que su cerebro ni siquiera está preparado. Y también les sometemos a apuntarles un sinfín de actividades que ni siquiera desean o han elegido. Y esto genera estrés, bloqueo y desmotivación. Hemos abierto la puerta de nuestro hogar al monstruo de la hiperestimulación.

—Pero a veces los padres apuntan a sus hijos a extraescolares porque no llegan a tiempo para recogerlos.

—La escasa presencia de los padres en casa… hacen que hagamos esto. Pero nos estamos pasando. Ahora mismo los niños de dos años van a ballet, estimulación musical, natación, inglés y chino. Es decir, que con 24 meses poseen agendas de ejecutivo. Las actividades, mejor de una en una. Y además les deberíamos apuntar a algo que les guste o se les da bien, para que sientan la auto realización. martes y jueves… la estimulación es buenísima, la privación y la sobreestimulación, fatal. Los niños necesitan juego libre y actividades que no estén planificadas. A veces cuesta lo mismo apuntarles a una sola actividad y contratar a una persona o una estudiante que les pueda cuidar el resto de días y les permita tiempo para aburrirse.

El drama es que muchos padres de hoy piensan que si no está todo estructurado y planificado no es productivo para el niño. Pero es que el conocimiento se origina desde dentro, no desde fuera. El que tiene que procesar y asociar las ideas es el niño, y para eso necesita tiempo libre, o estar en su cuarto con sus juguetes, sencillamente. En consulta lo estamos viendo. Los niños ya no piden que su papá o su mamá esté en casa, sencillamente piden que se les deje en casa, sin agobios y tantas cosas por hacer. Y mucho menos apuntados a actividades que ni eligen ni desean. Otra cosa que considero preocupante de todo esto es que los niños no echen de menos a sus padres y estén acostumbrados a estar con la vecina o la cuidadora…

Los más pequeños tienen que tener el gusto por aprender, y la auto realización que supone llevar algo a cabo, con éxito, o sentirse talentosos. Porque cuando tú conoces esa sensación de pequeño, luego de mayor eres capaz de elegir lo que te gusta.

—Usted repite varias veces en su obra que los niños no son esponjas, en contra de lo que se suele escuchar.

—Es más, una esponja con su excesivo uso no puede absorber más de lo que su propia capacidad permita. Las esponjas también se desbordan y se degradan. Por eso hay que cuidar a los niños. María Ángeles Gallo, de la Universidad de Granada, apunta que tenemos que respetar a los niños porque estos aprenden a fuego lento. Si les sometes a estímulos continuos, no disfrutan, no interiorizan, les saturamos. Además no todo se enseña. A los tres años, los niños tienen el impulso gráfico, tú no le puedes enseñar eso, les sale solo. Los niños tienen una creatividad innata, y lo que hacemos es con tanto estímulo es aniquilar esa curiosidad innata.

—El idioma, asegura usted, también es importante en todo esto.

—Sí, cuidemos el lenguaje. Tengo padres que dicen: «Nos vamos del parque porque tenemos que estudiar». La pregunta es: «¿Te examinas tú?» Lo correcto sería decir: «Nos vamos del parque porque mi hija tiene un examen». Hay que ponerle esa responsabilidad a la niña. Les estamos quitando esa responsabilidad desde Primaria. Estamos aniquilando un montón de herramientas que ellos tienen que saber para enfrentarse a la vida.

—A eso ud. afirma que también contribuye el uso abusivo de estos dispositivos desde muy temprana edad, porque afectan al desarrollo psicomotor, emocional y social de los niños.

—Como todo, esto de las pantallas es un mercado. Pasa lo mismo con las pizarras digitales en el colegio. Hay muchos autores que están investigando sobre sus resultados. Y estos no siempre son mejores que los que obtuvieron generaciones anteriores con la tiza. Abogo por un uso adecuado: Ni cavernícolas ni dementes digitales. En cualquier caso, los padres deben saber las consecuencias que conlleva exponer a los niños con meses a las pantallas de los móviles o de las tablets. Los bebés aprenden tocando, haciendo el juego de la pinza, con el movimiento de su cuerpo, por sensaciones… no deslizando el dedito índice por la pantalla. Primero huelen, miran, luego perciben y finalmente esto trae el lenguaje y el pensamiento.

Pero si hay una sobre exposición a las pantallas, lo que estamos haciendo es favorecer el sedentarismo y dificultar el juego libre en espacios abiertos y naturales que tan importantes son para su salud y bienestar. Se relacionan menos y, por tanto, hablan menos. El lenguaje puede verse afectado. Esta excesiva utilización incluye en la manera de adaptarse a su entorno y en su aprendizaje. Se trata de lanzar una llamada a la conciencia y a la responsabilidad por parte de los padres para hacer un uso adecuado de la tecnología.

—¿Cómo estimular sin dañar durante los primeros años de vida?

—La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños menores de tres años apenas vean la televisión, nada o casi nada, como apunta María Pilar Quiroga Méndez. Parece imposible, ¿verdad? Según esta experta, las exposiciones elevadas en estos primeros años de vida a la televisión, los videojuegos y otros soportes digitales incluyen en los procesos de atención del niño, tanto porque se les somete en cortos períodos de tiempo a un impacto visual brutal que puede mermar el proceso de atención, como por la dificultad de centrar la atención.

El niño con un cerebro en desarrollo tiene que hacer un grandísimo esfuerzo ante tanta saturación. Los estímulos son super rápidos, y de mucho impacto. Cada vez van a necesitar mayor dosis de estímulos y va a ir perdiendo el interés por las cosas que son más naturales, porque van a otro ritmo. Por eso están los niños constantemente con el «me aburro» y una conversación la sustituyen rápidamente por el móvil para jugar.

—En concreto, ¿qué consejo le daría a esos padres que utilizan las pantallas para dar de comer a sus hijos? Según estudios recientes, esto es cada vez más frecuente en los hogares españoles.

—Los niños tienen que percibir las texturas… Al final no comen mejor. Todo lo contrario. Pierden autonomía, porque con 18 meses pueden coger ellos solitos la cuchara. Además tienen que sentir su límite de saciedad. Ingieren comida porque están distraídos, pero eso no es un buen uso de la comida. A veces no hay paciencia, vamos sin tiempo… Pero sugiero invertir un poco, porque todo explota después y nos puede pasar factura.

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