Los recortes en educación llevan a todo tipo de situaciones preocupantes como que los niños y niñas de tres años tengan que ir a solas al baño y nadie les enseñe cómo gestionar su higiene personal.
Una historia en primera persona que parte de la experiencia de un colegio de Sevilla para hacer una reflexión más amplia: ¿enseñamos a nuestros niños los colores pero no a gestionar la mierda propia?
Durante la presentación del curso 2016/2017 destinada a padres y madres que iban a ingresar a sus hijos de 3 años por primera vez en un colegio público de Sevilla, dos eran las maestras de infantil presentes en la sala. Una de ellas tenía una camiseta verde de la marea verde y no habló. La otra iba elegantemente vestida e intervino para decir «tenemos que dejaros claro que no estamos aquí para limpiarle el culo a sus hijos».
La frase inquietó a muchas de las madres y padres allí presentes. Muchos de ellos se habían afanado durante el verano en que sus hijas e hijos aprendieran a ir a solas al baño. Pero todo el mundo que tenga o haya tenido que criar a una personita de tres años sabe que incluso por una cuestión puramente física es algo prácticamente imposible: sus bracitos y manos apenas llegan al ano. La destreza que requiere limpiar un lugar tan recóndito es algo que lleva mucho tiempo y una pericia que no es nada sencilla de incorporar.
Lo cierto es que la primera reacción clientelar pero al mismo tiempo plenamente justificada por parte de padres o madres que aún no conocen la existencia de herramientas como los AMPAS, es desconfiar. Desconfiar de lo público. Muchas personas no tienen elección y simplemente no tienen dinero para siquiera plantearse una alternativa. Otros más afortunados sí tienen opción pero cuentan con la convicción ideológica de que un colegio público garantizará unos valores que otros quizás no. Pero la mayoría de padres y madres presentes sentimos lo mismo: temor por nuestros pequeños.
El mecanismo explicado en detalle y fuera de contexto es mucho más grave: si una niña se hace pipí o caca encima, la maestra no puede tocarla y debe llamar a los padres para que vengan a hacerse cargo de ella. De nuevo surgen muchas preguntas, ¿y si los padres trabajan a media hora en coche del colegio? ¿Y si en ese momento no pueden desplazarse? Al final, muchos de los temores de aquella primera reunión se fueron confirmando luego: los niños llegan muchos días manchados, mojados, escozidos, malolientes…
En el caso de nuestro cole, ningún responsable del centro explicó realmente el motivo de esto. En cambio, si se explayaron en otros de los «servicios de los que disponen los colegios». Por momentos era como si vendieran el colegio. Qué raro, tratándose de un colegio público. Pero una vez rascas un poco, descubres que los coles que no reciben niños van cerrando. Al igual que los coles que cuentan con población no censada (migrantes, fundamentalmente) reciben peor atención por parte de la institución que se hace cargo de la infraestructura. Vamos, que entre los colegios de Sevilla hay clases y hay relaciones de poder/competencia.
«El año pasado cada estudiante tenía que llevar su papel higiénico». Te cuentan y te escandalizas aún más. Al mismo tiempo no lo ves como algo ajeno o extraño en un contexto donde los niños y niñas de tres años no son ayudados para hacer caca. Y justo ahí es cuando decides investigar un poco y descubres el pastel: en los colegios existía la figura de los «Monitores», personas encargadas expresamente de este tipo de cuestiones que son consideradas de apoyo.
De repente pensar en la profesora que dijo «no estamos aquí para limpiarle el culo a sus hijos» cobra otro sentido. Te pones en su lugar mínimamente y piensas que no sería razonable dejar una clase de 24 pequeños a solas si uno tiene que ir al baño con cada niño o niña que tiene ganas de hacer pipí o caca. Y mas en una fase en la que muchas de las veces son falsas alarmas. Así que aunque repudies la frase, piensas: «Es algo sistémico». Entonces te paras a pensar: ¿será el único puesto que no está bien cubierto? Has oído que con más de la mitad del curso en marcha hay muchos niños con necesidades especiales que no están diagnosticados y que probablemente ni tengan personal especializado para hacerse cargo de ellos. En el caso de los colegios de Sevilla, el personal depende de la Junta de Andalucía. Para fijar conceptos y responsables de cada cosa.
Más allá de los dichosos recortes y cómo afectan a miles de familias en todo el Estado español (porque seguro que esto es algo que puede ser complementado con cientos de historias igual o peores) hace falta hacer una profunda reflexión sobre qué implica sustraer la caca del currículo educativo. La metáfora que eso construye sobre nuestra sociedad. Sobre el futuro que deseamos para esos niños a los que abandonamos a su suerte con uno de los elementos que nos hacen humanos. Sobre lo penoso que es enseñar los colores pero no a gestionar la mierda propia. Hay tantas metáforas en esa triste realidad.
Fuente: eldiario.es