Hay un fenómeno muy habitual en todas mis clases al que todavía no me acostumbro. Lo llamo el “efecto error gravísimo de la muerte”: todavía no he acabado de repartir folios y lápices, sea para lo que sea, y ya tengo un séquito de niños que me pide la goma. En las últimas ocasiones he dejado de proporcionársela. Entiéndanme bien, no soy una bruja, sólo quiero disminuir el “ansia gomera” entre mis alumnos, y sobre todo quitarle un poco de importancia al hecho de haber cometido un error, porque por lo que veo en sus caras, todavía me he quedado corta con el nombre “error gravísimo de la muerte”.
A veces es sólo un “esta R me ha salido regulín”, y yo me quedo pensando si es autoexigencia o más bien inseguridad infundada por las continuas correcciones de errores de los adultos, porque está bastante bien trazada. Pero el otro día, un niño me decía entre lágrimas que él sólo sabía hacer rayajos, y sin embargo unos minutos más tarde me enseñaba orgulloso un dibujo sobre el día de su cumpleaños que explicaba con todo lujo de detalles. Tenía tanto miedo a cometer un error que ni siquiera se veía capaz de hacer algo que valiera la pena.
Pero, ¿qué es un error? Según la RAE es un “concepto equivocado o juicio falso”, y equivocarse es “tomar desacertadamente algo por cierto o adecuado”. Pero conviene poner estas definiciones en contexto. Se trata en este caso de un contexto educativo, es decir, aquel en el que se produce el proceso de enseñanza y aprendizaje, y en el que por tanto nos movemos continuamente entre un lado y otro de lo “acertado” o “adecuado”. ¿Y no es ese ir y venir algo altamente positivo? ¿Y por qué lo condenamos al desprecio?
La frase “para aprender hay que equivocarse” está en nuestro repertorio habitual, la repetimos una y otra vez porque nuestros alumnos se frustran rápidamente ante los errores. Pero parece que eso es más cosa de juegos y otras prácticas “menores”. Cuando nos ponemos serios, es decir, cuando hablamos de lectoescritura o lógico-matemática (porque todo el mundo sabe que todo lo demás son tonterías en infantil), los errores no se pueden permitir, no nos hacen aprender, sólo nos estorban, y por eso mandamos usar la goma una y otra vez, la usamos nosotros mismos o incluso les guiamos la mano. Lo hemos hecho todos, y muy probablemente no les hemos mirado a la cara cuando les hemos borrado esas letras que tanto les ha costado escribir. Decepción y tristeza es lo que he visto en sus caras cuando se me ha ocurrido pensar qué sentirían ellos en ese momento.
Y yo me pregunto, ¿de qué me sirve que haya escrito la palabra “margarita” perfectamente, si el camino ha sido tan tortuoso que el grosor del papel casi no aguanta una sacudida más de la goma? ¿Lo ha disfrutado? ¿Lo ha hecho solo? ¿Ha podido ser consciente de todos y cada uno de sus movimientos, o al final ya sólo quería acabar lo más rápido posible? Reflexionemos sobre de qué nos sirve que usen la goma y corrijan sus errores, o más bien de qué les sirve a ellos. Parece que si nadie les corrige, nunca sabrán hacer esas cosas que queremos enseñarles, cuando la mayoría de veces es una cuestión de tiempo, de madurez, de estar preparado, más que de fijarnos en nuestros propios errores. En infantil, lo que nos muestra el error es, a menudo, simplemente que todavía no es el momento. Si hoy pone “margita”, no entremos en pánico, que mañana (o pasado, o dentro de un año) ya pondrá “margarita”. Es la magia de crecer.
Por otra parte, también es importante que nos preguntemos: ¿qué le está diciendo ese proceso continuo de trazado y borrón sobre sí mismo? Probablemente que no se le da bien o incluso, como el niño que sólo sabía hacer rayajos, que es incapaz. Que es incapaz de empezar siquiera a intentar realizar una actividad sobre el papel sin una goma al lado que le haga sentir seguro.
Necesitamos un cambio en el concepto de error. Pero sobre todo necesitamos creer en ese nuevo concepto. Amemos los errores, hagámonos sus amigos, sus mayores fans, y sobre todo no intentemos convencer a nuestros alumnos de algo en lo que no creemos.
Artículo publicado originalmente en http://diarieducacio.cat/contra-la-goma-desborrar-deixem-que-sequivoquin/