¡Qué difícil es ser padre cada día! y sobre todo hacerlo bien. Educar a nuestros hijos no es solo enseñarles a vestirse o a llevar su plato al fregadero, que ya cuesta conseguirlo, en nuestro papel como padres, hay mucho más. Debemos transmitir los valores que queremos que guíen su vida y enseñarles lo que está bien y lo que está mal, tarea nada fácil. Para hacer todo esto no contamos con una formación específica en paternidad, lo que normalmente hacemos es dejarnos guiar por nuestro sentido común y por lo que nuestros padres hicieron con nosotros y así nos va!
Nos enfrentamos a las diferentes etapas evolutivas de nuestros hijos con información del tipo:
“Si ahora te parece difícil, espérate a la adolescencia”
“Una hostia a tiempo te ahorra muchos problemas en el futuro”
“Este niño está muy consentido, ya verás cuando sea más grande”
Frases, que lejos de ayudar, minan nuestras energías. Como padres hay cosas que debemos tener claras y además tenemos que hablarlas y consensuarlas con el otro miembro de la pareja. Hay que dedicar tiempo a decidir qué normas vamos a poner y qué es importante que nuestros hijos aprendan y cumplan a raja tabla. Esas van a ser las normas por las que nos vamos a pelear y con el resto no malgastaremos demasiada energía. Una vez tenemos las normas, las debemos hacer cumplir y nos tocará decir NO.
Como padres tenemos que ser capaces de decir NO de una manera firme pero afectuosa, que les transmita que estamos con ellos en cada instante para ayudarles en su camino hacia la edad adulta, pero que seremos firmes e intransigentes con ciertas cosas, las importantes, no con todas.
Para poder ejercer una buena autoridad, debemos haber cuidado bien el vínculo. Tus hijos deben crecer sabiendo que pueden contar contigo y para eso, todo lo que haces en tu día a día, suma o resta. Por eso, he decidido recopilar aquí los errores cotidianos más comunes que cometemos y que debilitan este vínculo:
1. No le escuchas
Muchas veces nos quejamos de que nuestros hijos salen del colegio y no nos cuentan nada. A veces preguntas y no obtienes respuestas. ¿Cómo ha ido el cole? y le sigue un silencio absoluto o un monosílabo: bien.
No podemos esperar que nuestros hijos se comuniquen cuando a nosotros nos va bien. A menudo lo hacen en el peor de los momentos, cuando tienes que hacer la cena o toca bañarse. Te asaltan con mil preguntas sobre cosas tontas pero que a ellos les interesan mucho. Si en esos momentos inoportunos les respondes de forma tajante o les mandas callar,conseguirás que, con el tiempo, tu hijo deje de preguntarte y deje de dirigirse a ti,encerrándose detrás de una puerta que después no abrirás.
No puedes conocer bien a tu hij@ si no hablas con él/ella. Por lo tanto, como decía una buena amiga, cuando tu hijo te hable “suelta el boli y sienta el culo” porque si no lo haces, algún día te dejará de hablar.
Facilita los espacios de comunicación en tu casa, haz comidas en familia, siéntate con ell@s a hacer cualquier cosa, juega, haz que colaboren contigo en las tareas domésticas, lo que sea que os permita pasar un tiempo juntos y le transmita a tu hij@ que estás cerca y que puede contar contigo.
2. No le premias pero sí le castigas
A menudo usamos el castigo para enseñar a nuestr@s hij@s lo que está mal. Pero casi nunca les decimos lo que han hecho bien. En nuestro país hay mucha tendencia de este tipo. Un jefe normalmente no te llama al despacho para decirte lo bien que has hecho tu trabajo, cuando te llama al despacho suele ser para echarte bronca por algo. El resto del tiempo, en el que se supone que tu trabajo ha estado bien, no suele dirigirse a ti para nada.
Pues bien, esta tendencia es la que nos llevamos a casa. Yo he llegado a ver casos en los que los padres solo se dirigían a su hij@ para reñirle, al final el niñ@ decidió que la mejor manera de llamar la atención de sus padres era portándose mal. Se trata de equilibrar esto, deverbalizar a nuestr@s hij@s las cosas que hacen bien y que nos hacen sentir orgullosos. No se trata de hacer regalos cuando se porten bien, ese no es el concepto. Se trata de prestarles toda nuestra atención cuando hacen algo que está bien, algo que queremos que esté en su conducta a menudo y no solo cuando hacen algo mal.
3. Lo comparas y etiquetas
Este es otro hábito muy frecuente. ¿Ves tu hermano lo bien que come? Son frases que lejos de motivar a tu hij@ a portarse bien, lo que genera es frustración, rabia y celos. Aunque nuestra intención sea buena, no acertamos en la forma. Hay que evitar comparar, ni entre hermanos, ni con otros compañeros de clase ni con absolutamente nadie. La única comparación sana que yo conozco es la que te comparas contigo mismo. Muy relacionado con esto está la etiqueta, frases como “eres tonto”, “siempre lo haces mal”, o cualquier tipo de frase que refleja imposibilidad de cambio es una lápida. No hay que etiquetar, cuando hacemos una crítica debe ir dirigida a la conducta y no al niño/a. Si yo digo “esto que has hecho no está bien” no le digo al niño “malo” ni siquiera le digo que se porta mal, lo único que transmito es que un hecho concreto no es el correcto y eso se puede cambiar.
4. Le gritas
Hay veces que no se puede evitar, por mucho que intentas tener paciencia, llega un momento que se te escapa y le gritas. El grito es una de las peores maneras que tenemos para dirigirnos a los demás y es justo la más usada con l@s niñ@s. ¿Cómo te sientes cuando alguien te grita? Pues multiplícalo por diez mil y tendrás una idea de cómo se siente tu hij@. Aunque no solamos gritar a nuestros amigos, compañeros de trabajo o jefes, en casa y con las personas que más queremos, descargamos esa rabia. No grites a tu hij@ y cuando se te escape, discúlpate, que sepa que no era tu intención hacerlo.
5. Le metes prisa
No respetamos los tiempos de nuestr@s hij@s. Siempre les hacemos ir deprisa. La noción de tiempo es algo muy difícil de adquirir, piensa que hasta los nueve años, aproximadamente, no somos capaces de entender un reloj y eso no garantiza que entiendan realmente qué es el tiempo. Entonces, no podemos pretender que entiendan qué son exactamente cinco minutos o qué significa exactamente que no llegamos al cole. El tiempo es nuestra responsabilidad, nosotros debemos gestionarlo bien, levantarlos con tiempo para que vayan tranquilos y marcar lo que toca hacer en cada momento. Después están las extraescolares, salen corriendo del colegio sin tiempo para merendar y se van corriendo a baile, a inglés, a música ¿Cuándo juegan? Respetar el tiempo de nuestr@s hij@s significa: levantarlos con tiempo para no ir con prisas, marcarles los tiempos para evitar los gritos y el estrés en el último momento, no llenarlos de actividades extraescolares todos los días, ni llenar de actividades todos los fines de semana. Permite que jueguen en calma y comparte tu tiempo con ellos.