Yo fui una buena estudiante, durante la primaria y la secundaria todo eran buenas notas. Iba al colegio, público, con alegría, me gustaba aprender y cuando salía del colegio jugaba al aire libre. El instituto se me hizo un poco más duro, por el horario continuo. Por las tardes estudiaba aquello que no había entendido en las clases, sobre todo, tampoco recuerdo tener demasiados deberes. Y no me fue nada mal. Siempre respeté lo que decían los maestros. Respetaba el sistema educativo y me parecía algo grande.
Fui capaz de estudiar una ingeniería superior, de las de antes, de 5 años más proyecto final de carrera, y acabarla en un tiempo un tanto dilatado. Después fui madre, tres veces. Y llegó el momento, más bien pronto que tarde, de ir escolarizando a los niños.
La etapa de educación infantil no fue mala para ninguno de mis tres hijos, al contrario, creo que las maestras eran muy buenas profesionales, eran respetuosas, atentas con los niños y las familias, dejaban a los niños jugar, aceptaban sus ritmos y los respetaban y no tuvimos ningún problema. Me pareció que se había avanzado mucho en la educación infantil desde los parvulitos de los años 70 u 80 hasta la etapa de 3 a 5 años actual. Trabajaron por proyectos, los niños fueron los protagonistas de su propia educación, de su aprendizaje, se crearon unos vínculos muy estrechos entre los niños y las maestras, y también con las familias.
Sin embargo, el paso a la primaria, paulatinamente, de cada uno de mis hijos, me ha llevado a plantearme mucho la cuestión de los deberes, entre otras cosas. De partida no era contraria a los deberes, de verdad pensaba que servían para reforzar lo estudiado en clase, para que los niños aprendieran a esforzarse y que se fueran acostumbrando a estudiar un poquito todos los días. Me alié con los profesores más exigentes en silencio, en casa exigía a mis hijos que hicieran los deberes, que trajeran las fechas de sus exámenes apuntadas en la agenda, traté de que lo hicieran incluso en un cuaderno para que les fuera más sencillo ¡donde fuera! con tal de que al llegar a casa pudiéramos estudiar para esos exámenes que creía que eran tan importantes, aunque el niño solo estuviera en segundo de primaria.
Hace dos o tres años pensaba que los padres que se quejaban de los deberes en el fondo no querían involucrarse en la educación de sus hijos. Cuando oía a algún padre decir que cuando él era pequeño sus padres no le ayudaban a hacer los deberes y se quejaba de que ahora él tenían que hacerlo por sus hijos, pensaba que no tenía ganas de molestias, que el niño le molestaba. Ahora creo que mi capacidad de abnegación por mis hijos no me hacía darme cuenta de que estaba equivocada, que estaba actuando de manera injusta con mis niños y juzgando incorrectamente a esos padres.
Poco a poco he ido cambiando de estrategia, he pasado de exigir que hagan los deberes a ayudarles para que los hagan lo más rápido posible, qué pena. Aún así poco les puedo ayudar, nadie puede copiar los enunciados por su hijo, ni hacer las cuentas en el cuaderno. Pero si acompañarles, dictarles, sentarte a su lado, les ayuda a sentirse más queridos y menos frustrados por no poder jugar, al menos sé que estoy haciendo algo bueno por ellos. Ya no les exijo, porque ya no creo que sea necesario hacerlo.
Mis hijos hacen sus deberes sin quejarse, ya han aprendido que no sirve de nada hacerlo, con todo lo que eso implica, sea para bien o para mal, saben que los deberes los tienen que llevar hechos, porque sino se verán sometidos a una gran presión en clase.Los propios compañeros se chivan a la profe si no llevan las tareas acabadas, hasta la última frase. El recuento de positivos será menor que el del compañero si no han hecho los deberes, y el resto del trabajo que hagan se verá impactado negativamente si no hacen los deberes.
Ayer hacía una tarde estupenda, iba de vuelta a casa a las 6 de la tarde después del trabajo pensando en salir a dar un paseo con los niños, ir al parque un rato, hacer algún recado, o echarle pan a los patos… tuve que tirar el pan a la basura y contentarme junto con mis niños, con mirar por la ventana de vez en cuando y admirar el día tan espléndido que hacía fuera de casa. Como otras muchas tardes, no hubo tiempo de nada, solo de hacer los deberes y estudiar.
Cualquiera que tenga niños sabrá lo mucho que se tarda en hacer cualquier cosa con ellos, salir de casa no son cinco minutos, puede llegar a ser un cuarto de hora, coger las bicis para dar una vuelta con tres niños puede llevar más tiempo que lo que realmente vas a disfrutar finalmente con ellos. Unos deberes que deberían llevarles una hora, pueden llegar a suponer dos. Cuando asumes que los niños necesitan mucho más tiempo que los adultos para hacer las cosas, asumes que los deberes que supuestamente se hacen en un ratito, llevan toda la tarde.
Pero no puedes asumir que esto suceda desde que el niño empieza la primaria hasta que la acaba. No se puede entender que a los niños se les pida dejar de ser niños a los 6 años y que se les prive de horas de juego, incluso de sueño. Llegados a este punto de frustración no sé qué solución nos queda a los padres que vivimos una situación de deberes abusivos. Cuando le dices al maestro que tu hijo pasa todas las tardes 3 horas haciendo deberes y no entiende por qué ¿qué puedes hacer? Cuando dices que iría más rápido si no tuviera que copiar los enunciados, y te dice que es importante copiarlos ¿qué puedes hacer? Cuando todos los colegios públicos a los que puedes optar funcionan del mismo modo ¿qué puedes hacer?
No puedes hacer nada, solo frustrarte, no puedes elegir porque no hay opciones. No sabes qué profesor tendrá tu hijo el año que viene y si será partidario de mandar muchos, pocos o nada de deberes. Nadie te va a garantizar que tu hijo va a pasar el curso escolar disfrutando de su tiempo libre o sentado haciendo deberes todas las tardes. Es una injusticia, puedes elegir médico de cabecera, pero no puedes elegir cómo quieres que pasen tus hijos sus tardes, y las tuyas. Porque no olvidemos que son niños, ylos padres somos responsables de ellos, de no dejarlos solos en casa, de que se alimenten adecuadamente, de que ayuden en casa, de que sean unas personas responsables e independientes, de que se aseen o de que se acuesten a una hora razonable. Y tenemos que garantizar que cumplimos con nuestras responsabilidades a pesar de los deberes.
Los deberes condicionan tanto la vida de las familias que quien no lo vive difícilmente se lo puede imaginar. Te limitan tanto que tiene hasta implicaciones ecónomicas. Si los padres trabajan los dos en un horario normal de oficina de 9 a 6, necesitan que alguien cualificado esté con los niños haciendo los deberes mientras llegan a casa. O tienen que reducir su jornada, no para disfrutar de los hijos sino para ayudarles con los deberes. Si la situación económica de la familia no permite estos excesos, los niños son los perjudicados.
Por todo esto, yo que era una persona que quería hacer las cosas bien, que quería que mis hijos hicieran sus deberes porque creía que era lo mejor para ellos, que pensaba que si lo mandaban los maestros era porque es lo que hay que hacer, he acabado por no creer más en todo eso, porque he visto año tras año la falta de criterio, las diferencias entre unos profesores y otros, y lo injusto que es que los niños acaben las tardes llorando porque no han podido jugar otra tarde más.
Fuente: http://www.theguardian.com/