Previo a las elecciones de 2003, Esperanza Aguirre jugó, como en otras ocasiones, con la  necesidad compulsiva que sienten las familias de conseguir para sus hijas e hijos la que creen es la mejor educación posible que les prepare para el mundo al que se han de  enfrentar más adelante. Sin casi presupuesto y con poco profesorado preparado, se colgó el cartel de «bilingüe» en muchos colegios de primaria. Estos centros, en su mayoría, andaban por aquel entonces con problemas para llenar sus aulas. El «cartel» les trajo la  solución ideal. La escuela concertada no picó el cebo y se apuntó a un «bilingüismo» menos segregador y que nada tiene que ver con el propio significado de la palabra.

En este momento nos encontramos con alumnado ya en la ESO que procede de centros de primaria bilingües. De los 28 niños y niñas que se matricularon en cada primer curso de primaria, se puede asegurar que no llegan ni al 20% los que han logrado nivel suficiente en el idioma extranjero para estar en las secciones bilingües de los institutos. Para el resto, y después de todo el estrés que les ha supuesto su paso por la primaria bilingüe, les queda el llamado «programa bilingüe» en el que también están matriculados los chicos y chicas de coles no bilingües. Ni sus conocimientos de inglés están muy por encima del  nivel de los no-bilingües (a pesar de haberle dedicado 8 horas semanales frente a las 3 h. de los no-bilingües) ni saben más ciencias naturales o sociales. Lo que sí se nota es su mayor dificultad con la lecto-escritura en castellano por la falta de práctica en todo su vida escolar de primaria.

Durante estos años se ha producido una degradación de las relaciones intercentros y en el seno de las propias comunidades educativas. En el caso del Programa Bilingüe, confluyen la pretendida libertad de elección de centros, la discutible salubridad social de la competencia entre centros públicos y el miedo al cierre de unidades. Todo junto provocó el ansia inicial de ser centro bilingüe, pesase a quien pesase. Las decisiones en los Consejos Escolares fueron en algún caso complicadas y tuvieron como trasfondo la necesidad de que los centros circundantes no consiguiesen entrar en el programa.

Las pocas evaluaciones realizadas confirman esta disminución del nivel académico del alumnado en algunas áreas. Es curioso que hayamos esta afirmación en un estudio y posterior informe detallado de FEDEA, un conocido think-tank ultra liberal. Su  conclusión es, en la práctica, una evaluación negativa del proyecto porque, más allá de la mejora del nivel de inglés del alumnado, afirma que «nuestros resultados indican que hay un claro efecto negativo en el aprendizaje de la asignatura enseñada en inglés para los niños cuyos padres tienen, como máximo, estudios secundarios obligatorios».

Así mismo, un estudio de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres Giner de los Rios detectó en 2009 las siguientes situaciones que no han sido en absoluto corregidas:

  • Existe unanimidad en la necesidad de apoyos extraescolares en inglés a cargo de las familias.
  • Hay problema con los alumnos que no se incorporan al programa desde el principio del mismo: repetidores que no son bilingües y se incorporan, obligatoriamente, al programa al repetir, alumnos de escolarización extraordinaria que, generalmente, lo abandonan al poco de incorporarse al centro.
  • Tampoco da respuesta satisfactoria a alumnado con necesidades educativas especiales (ACNEE).
  • No existe una metodología uniforme, varía según los centros, con mejores o peores  resultados.
  • Es notable la falta de recursos humanos y materiales y la disminución progresiva de los mismos. Hay centros que tienen los mismos recursos que cuando iniciaron el programa.

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