El próximo 6 de septiembre la mayor parte de los estudiantes españoles vuelven de nuevo a las aulas, muchos de ellos a una rutina nueva, ya que van a experimentar la jornada intensiva. Según varios expertos, esa técnica, implantada en los años 90, impacta en la salud y el bienestar del alumnado, puesto que descansa y come peor, hacen más deberes, dedican más tiempo a las pantallas y les obliga a madrugar en exceso.
Son resultados de la investigación de Daniel Gabaldón, sociólogo especializado en educación de la Universidad de Valencia, en colaboración con Kadri Táht de la Universidad de Tallin. Ambos expertos han analizado los datos de las dos ediciones publicadas de la Encuesta del Empleo del Tiempo del INE (consulta a personas mayores de 10 años).
A pocas semanas del inicio del nuevo curso y al hilo de las recientes recomendaciones de la OCDE sobre abandono escolar –piden evaluar la vuelta a la jornada completa–, el experto se muestra preocupado por el impacto que está teniendo el horario continuo en los menores –implantada en la mayor parte de los institutos de secundaria del país y en menor grado en primaria–.
«Está mermando su salud», subraya el sociólogo, quien aboga por frenar las votaciones en los centros que aún deben decidir si aplicar una u otra modalidad.
Entre las conclusiones del estudio, financiado por la Comunidad Valenciana, destaca que el alumnado de la intensiva dedica más tiempo a deberes, pasa más tiempo viendo pantallas y duerme menos que el de la partida.
«¿Si entran a la misma hora, por qué se acuestan más tarde los de la continua que los de partida? La única explicación es que la concentración horaria les hace vivir con más estrés», explica Gabaldón, que actualmente investiga en la Universidad de Tallin.
Además, según recoge Europa Press, «hemos descubierto que hasta un 10 % de los estudiantes de secundaria que va a jornada continuada duerme siesta, con lo que eso te puede reducir la presión de sueño y por la noche te cuesta dormir».
En cuanto al mayor uso de las pantallas, de media 43 minutos al día más que el alumnado que asiste a jornada partida, el experto en usos del tiempo lo achaca a que cuando llegan a casa están solos buena parte de la tarde, «y si no estudian se enganchan a las pantallas».
También sostiene que el alumnado que asiste a la intensiva come demasiado tarde (entre las 14:00 y las 16:00) frente al de la partida (entre las 13:00 y las 15:00), y ello se traduce en sobrepeso y obesidad.
Las células del tejido adiposo también poseen «un reloj circadiano»: «No solo importa cuánto comemos, sino cuándo comemos, si comes a la una o a partir de las tres, vas a tener un rendimiento diferente con los mismos nutrientes».
Gabaldón respalda el último informe de la OCDE para reducir el abandono escolar en España: «Hay que luchar para que deje de avanzar la intensiva en los sitios donde aún se está votando, y tratar de parar y evaluar con evidencias científicas las consecuencias» sobre la salud del menor.
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