“Si veis en la escuela niños quietos, callados, que ni ríen ni alborotan, es que están muertos”, afirmó el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, director de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), un centro que nació a finales del siglo XIX para revolucionar la educación en España. La transformación de las aulas, la supresión del estrado del profesor —en sus propias palabras— y la formación de estudiantes seguros de sí mismos e independientes eran las prioridades que años más tarde, en 1918, se plasmaron en el Instituto-Escuela (IE), un centro educativo público que se fundó en Madrid. Giner consiguió el apoyo de los poderes públicos para poner en marcha el proyecto, pero nunca consiguió otra de sus obsesiones: suprimir los exámenes del sistema educativo. 

«Fue un centro público modelo concebido como un laboratorio para ensayar reformas pedagógicas durante la Segunda República», explica José García-Velasco, presidente de la ILE, que acaba de editar el libro Laboratorios de la nueva educación, con textos y 500 imágenes (la mayoría de ellas inéditas) que muestran las aulas, las excursiones, los talleres, los cuadernos de trabajo que elaboraban los estudiantes y testimonios de antiguos alumnos. Una obra que representa la recuperación de «una memoria destruida», porque 15 días después de la toma de Madrid, cuando todavía no había terminado la Guerra Civil, «los falangistas tomaron la sede» y todos los documentos quedaron esparcidos por las calles aledañas, señala García-Velasco.

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