«Los videojuegos pueden causar adicción, ansiedad y obesidad». «Mi hijo adolescente está todo el día pegado a una pantalla». «Los niños pueden desarrollar conductas violentas, si juegan a determinados juegos». Son afirmaciones que hemos escuchado hasta la saciedad referidas a los videojuegos. Cuando nuestros hijos e hijas llegan a una determinada edad, especialmente a partir de la adolescencia, pueden llegar a convertirse en una preocupación. Pero, ¿realmente los videojuegos son malos por sí mismos? ¿Merecen la fama que tienen?

«El rechazo a los videojuegos, que no es nuevo, tiene que ver con el miedo a lo desconocido: al acercarnos a ellos, tenemos una serie de prejuicios y miedos que nos alejan de la realidad. Este proceso ya lo han vivido otras tecnologías que en su momento se convirtieron en novedad, como la televisión o el teléfono», explica Daniel Aranda, profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del grupo GAME-UOC. Este grupo acaba de editar un decálogo donde, partiendo de una concepción positiva, aportan una serie de pautas para hacer un buen uso de los videojuegos en casa.

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