Elsa, Alba y Mireia se habían alegrado cuando su madre les dijo que iba al colegio a recoger algo distinto a la comida del Telepizza que habían aborrecido. Pero cuando Josefa Labradas regresó a casa con solo dos menús de lentejas y croquetas las tres hermanas se llevaron un chasco. “¿Y la mía?”, preguntó la pequeña Elsa, de 3 años, según narra su madre. Labradas tuvo que pedir a las niñas que compartieran la comida y además cocinó unos macarrones con chorizo para que no quedaran con hambre.

La pequeña Elsa, que aprende en una escuela infantil del sur de Madrid capital no estaba en la lista que la Comunidad de Madrid le entregó a las empresas de catering que ese lunes 18 de mayo comenzaban a alimentar a los niños de familias pobres de la región. Es el nuevo formato que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha encontrado para sustituir, tras un aluvión de críticas, a las empresas de comida rápida que durante dos meses alimentaron a los 11.500 alumnos de familias sin recursos que tienen reconocida la renta mínima de inserción (RMI) en la región de Madrid.

La comunidad ha recurrido en su nuevo formato a las empresas de catering escolar especializadas, que hacen las entregas en los colegios de la región. Es una opción algo más saludable porque los menús incluyen verduras, pescado o fruta fresca, pero la solución al desaguisado ha dejado en una posición aún peor a los niños de 0 a 6 años que estudian en escuelas infantiles porque al menos antes podían recibir algo de comida.

Cientos de padres con hijos en esas escuelas se han encontrado en la misma situación que Labradas y nadie les ha dado una explicación hasta hoy.

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