Cuando cada noche leía un cuento a su hijo, Carl Honoré se saltaba líneas, párrafos e incluso páginas, en un intento de acortar un poco la historia. Un día, este periodista canadiense descubrió el libro “Cuentos de un minuto para dormir” y le entusiasmó la idea de contar el cuento a su hijo en sólo 60 segundos. “De pronto me paré: ¿Hasta dónde había llegado?”, reflexionaba el autor de «Bajo presión» en su última visita a España.
Aquél fue un momento de revelación para Carl Honoré, precursor del movimiento «Slow», que en su intervención en el congreso «El Ser Creativo» celebrado en Málaga defendió las ventajas de desacelerar, parar un poco, o mejor dicho, “hacer las cosas en su tiempo justo”.
La aceleración que observamos en todos los ámbitos de la vida moderna (la comida, el trabajo, el deporte, las relaciones) afecta especialmente a nuestros hijos.
En su libro » Bajo Presión«, Honoré describe cómo desde la cuna nuestros niños viven contagiados del virus de la prisa: les ponemos música desde muy pronto para mejorar su desarrollo, los apuntamos a actividades con solo meses y luego los sometemos a rígidos horarios y actividades extraescolares.
Este ritmo trepidante añade una gran cantidad de ansiedad a su vida, merma la capacidad de aprendizaje de los niños, dificulta sus relaciones sociales y, por supuesto, la autoestima que están construyendo.
«La crianza sin presión consiste en dejar a nuestros hijos averiguar lo que son y no lo que queremos que sean. Esto significa dejar que las cosas sucedan en lugar de forzarlas. Significa aceptar que los aprendizajes y experiencias más enriqucedores a menudo son imposibles de medirse o clasificarse en un curriculum vitae». Leer más.
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