Os transcribimos la entrevista realizada a la psicóloga Liliana Castro Morato, directora de la Fundación Camino Claro y especializada en la atención a la infancia.
¿Crees que buena parte de la medicalización y el posible sobrediagnóstico de TDAH se debe al sistema educativo?
El sistema educativo se acompaña para cimentar su estándar de excelencia en la industria farmacológica.
Las evaluaciones del sistema de calidad educativa deberían incluir el menor número de niños y niñas medicalizados y psiquiatrizados en las instituciones. Siendo esto, son pocas las que puntuarían en nivel superior.
Todos y todas inmersos en el paradigma de la productividad y la competencia, nos es difícil considerar que no es el niño o la niña el que está enfermo sino la sociedad que lo rodea. Esta frase de Alice Miller que ha identificado mi accionar como psicóloga y educadora en estos últimos años.
¿Aprendizaje impuesto o libertad?
Lo impuesto genera desmotivación y la desmotivación genera desatención, desaprovechamiento de las potencialidades, desaprovechamiento del tiempo escolar y deserción.
Por tanto la libertad de elegir aprender debe ser un derecho respetado y un valor fundamental de los procesos educativos.
No obstante, ¿a quién interesa?
Si al pensar que son los adultos los que deben elegir, dirigir e imponer los contenidos y las direcciones de aprendizajes nos hacen seres humanos útiles y para eso fuimos programados.
Además genera ingresos económicos a quienes expertos en psicopatología infantil adaptan a los inadaptados, que probablemente lejos de presentar un trastorno neurológico que no se puede constatar en ningún examen médico están sencillamente desmotivados, aburridos y abrumados de la alienación.
¿Qué cosas sobran en las aulas escolares?
La “j-aula” escolar es parte del sistema por ello es el sistema el que debe repensarse a fin de erradicar la competencia, el aburrimiento, la discriminación y el sometimiento generando cuidadanía, colaboración, motivación, respeto a la diversidad disfuncional y desobediencia argumentativa.
¿Cómo sería esa aula?
Aulas físicamente abiertas, espacios verdes y de interacción con lo natural, exposición con realidades y experiencias de vida reales, menos clases magistrales y de seguimiento de instrucciones (ésta competencia no debe ser una prioridad de educación) para ello el número de estudiantes debe ser mínimo según número de guías o acompañantes educativos.
Grupos por ritmos e intereses de aprendizaje, las edades establecidas por grupo no favorece la cuidadanía y sí favorece la competencia. Que el grande ayude al pequeño y el pequeño no tema al grande sería un logro de excelencia humana para alcanzar en el contexto educativo.
Eso supondría desmontar todo el sistema educativo y cambiarlo radicalmente.
El Proyecto Educativo debe partir de un consenso de expectativas e intereses de niños y niñas, y no del diseño cognitivo de las expectativas que los adultos quieren para su desarrollo.
Así los estudiantes encontrarán el sentido del uso de su tiempo en los momentos educativos y no el tedio y el aburrimiento que surge al tener que hacer lo que otro ha dicho que debo alcanzar.
¿Qué cambios habría que realizar para conseguir esto?
Las aulas escolares deben permitir experiencias con significado y contextualizadas a la realidad que viven los protagonistas del proceso, su localidad, su país, buscando propiciar sentido crítico y la proposición de soluciones de acuerdo a la madurez de la persona y el grupo.
Es el disfrute y el sentido lo que debe guiar la elección de experiencias de aprendizaje y sus contenidos.
Las herramientas de incorporación, análisis y recreación del saber deben también permitir el asombro y motivación. Por ello es incongruente pretender el fomento de la creatividad sentando a niños y niñas por horas en pupitres. La creatividad del educador guía debe sobresalir entre sus estudiantes provocando en ellos interés y asombro.
Fuente: www.bebesymas.com