Alberto va con sus deberes a todas partes. Los lleva a casa de la abuela los fines de semana cuando toda la familia come junta. No quiere dejarlos sin hacer. Su madre, Reyes, está preocupada porque su colegio “mete mucha caña” a los niños.  Alberto tiene cinco años, está en el último curso de Educación Infantil y dedica una hora y media cada tarde a rellenar fichas con las letras del abecedario en mayúsculas. Su colegio, un público de un barrio de Sevilla, no es una excepción, según Reyes, que intentó cambiar al niño pero se encontró en todos los de alrededor fichas y tareas para casa. Tampoco encontró apoyo en otras familias: “Al resto de padres no les parece mal, inculcan competitividad a sus hijos desde pequeños”. La división entre los que quieren tareas para sus hijos y quienes prefieren que no empiecen tan pronto es una muestra más del amplio debate abierto en España entorno a los deberes, que ha llevado a la confederación de padres de la pública a convocar una huelga de tareas escolarespara el próximo noviembre.

En el colegio público El Vetón, en Majada de Tiétar (Cáceres), hay familias que le reclaman tareas para que sus hijos de cinco años las hagan en casa. “Creen que es como un deporte: Si corro todos los días, ganaré la maratón. Pero no es así. Cada uno tiene su proceso madurativo. Si el niño te pide herramientas para leer, dale todo, pero los procesos mecánicos son un error”, explica Jorge Torres, maestro de Infantil en ese centro, con 11 años de experiencia.

Almudena, también con cinco años, resopla cuando llegan los fines de semana y las fichas. Le toca la letra i. María José, su madre, cree que el trabajo “no es excesivo” pero admite que a su niña nunca le apetece: “Nos ponemos juntas los domingos por la mañana”. La que le preocupa es la otra hija, Ana María, que acaba de entrar en 1º de la ESO a los 11 años en un instituto de Sevilla después de pasarse los dos últimos cursos “sin parar de hacer deberes cada tarde hasta la hora de cenar”.

Hace más de un año que el debate sobre la conveniencia de los deberes va y viene en España. En 2015, una madre, Eva Bailén, inició una recogida de firmas para pedir su “racionalización” después de ver cómo a su hijo mediano se le iba la infancia sin un respiro para jugar. Su campaña sigue abierta y ha impulsado intentos de regulación desde distintas comunidades autónomas. Casi al mismo tiempo, la confederación de asociaciones de familias de la escuela pública, la CEAPA (con 12.000 asociaciones), empezó a reivindicar que estas tareas desaparezcan definitivamente de la vida de los niños.

Hacer deberes antes de empezar la enseñanza obligatoria, como le pasa al pequeño Alberto y en menor medida a Almudena, sigue siendo excepcional. Pero las primeras quejas han hecho que la CEAPA alerte de una “primarización” de la enseñanza en la guardería, en la que se empuja a los menores a que salgan “sabiendo ya leer y escribir en lugar de respetar su forma de aprender desde el juego”, explica su presidente, José Luis Pazos. Los datos preliminares de una encuesta a 1.748 familias que acaban de presentar muestran como el 6,84% de los encuestados que solo tienen hijos en Infantil estiman que sus niños llevan una hora diaria de tarea a casa. Pero el debate está abierto sobre todo en Primaria y se extiende a las etapas de secundaria donde hay niños, como la hija mayor de María José, que no levantan la cabeza del libro en toda la tarde.

“Si las Administraciones dieran instrucciones sensatas hablando con padres y profesores, se evitarían los excesos”, recomienda Carlos Utrera, presidente de Adide, la asociación de inspectores educativos. Defiende las tareas en casa porque ve importante “consolidar el conocimiento con un repaso directamente proporcional a la edad”, que sitúa en un máximo de 30 minutos en los primeros cursos de primaria, 40 en los finales y rondar la hora en secundaria. En sus visitas a los centros, pide a los profesores que reserven un trozo de la pizarra para escribir los deberes que mandan cada día. Así, el docente que llegue después podrá verlo y, entre todos, “se autorregularán”.

Fuente: El País