Nacer, la primera gran mentira
En las portadas de los libros sobre embarazo aparecen mujeres embarazadas esencialmente guapas y en situaciones bucólicas y perfectas: leyendo bajo la sombra de un árbol, o con una barriga inmaculada y abrazadas por un maromo impresionante.
La idealización del embarazo es solo el comienzo. Pese a ser una época por lo general muy feliz (como si estuvieras bajo los efectos del cannabis), la imaginería popular tiende a minimizar las molestias y a culpabilizar a la madre de absolutamente todo. Por comer, por no comer, por resistirse a una prueba innecesaria, por pedir que le hagan una prueba… Y consiguen amargarnos y llenarnos de miedo (la gran baza para dominarnos) hasta el último día.
El parto se nos muestra como un drama. O al menos así lo cuentan muchísimas mujeres. Historias de terror donde se salvan vidas de milagro y complicaciones dificilísimas de resolver… Ahí empieza todo, la gran mentira. Las mujeres estamos hechas para parir, es un acto fisiológico, no médico. Y es mucho más trascendente y animal de lo que los sanitarios o Hollywood nos hacen ver. Desgraciadamente,todavía es habitual que cuando una mujer entra en un paritorio se la trate como a una niña y se la cosifique. En ese momento tan vulnerable es cuando algunas mujeres toman conciencia de que la sociedad da por hecho que su propio cuerpo no las pertenece. Es duro, pero es la realidad. El chantaje comienza con «es por la seguridad de tu bebé»… y así seguirá de por vida (a menos que nos cuestionemos las cosas y nos rebelemos).
La publicidad, sinceramente engañosa
Estamos tan acostumbradas a la mentira que no hay ironía cuando se anuncia una máscara de pestañas de efecto postizo. Los anuncios nos muestran unos objetivos imposibles, y lo dicen. Y lo sabemos: miles de productos de pocas calorías anunciados por mujeres desnutridas. Antiestrías sobre una piel marmórea, sujetadores que elevan el pecho a quienes lo tienen en su sitio. ¿No es un poco raro todo esto?
El problema es que estamos tan acostumbradas, que este es solo el punto de partida, vivimos y crecemos con la idea de que las metas son per se inalcanzables. En cualquier spot del producto que sea aparecen casas bien iluminadas y acogedoras, donde no se interpone un bolígrafo o un juego de llaves en una mesa, tal y como ocurre en la nuestra. La gente lleva el pelo limpio y brillante y sus dentaduras son perfectas. No, no es el mundo real, es una ensoñación, una parábola, una distorsión de la vida que conocemos.
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