Estamos en pleno desarrollo de los currículos de la Lomce. Hemos conocido el de Primaria (RD 126/2014), que además de precipitado, sigue siendo cerrado, poco fl exible y enfatiza la memorización. Ver al respecto
el análisis de Juan José Reina en ESCUELA. Para no perder el norte habría que recurrir a los clásicos de la pedagogía. La pregunta no es qué tenemos que enseñar, sino qué tiene que aprender el alumnado.
El modelo de escuela pública de todos y para todos tiene que basarse en cuatro puntos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir con los otros y aprender a ser (persona). Y ello nos lleva necesariamente
a preguntarnos por la escuela que queremos.
La pública debe ser inclusiva y asegurar el aprendizaje con éxito de todos los alumnos. Y ello pasa por la renovación
pedagógica y el funcionamiento de los centros como una escuela de democracia. Queremos una escuela que tenga
como finalidad la educación para la vida y no la simple instrucción. Que defienda valores como el amor y el gusto por el saber, independientemente de su utilidad en el mercado; la pasión por seguir aprendiendo durante toda la vida, el sentido ético para adquirir una moral bien desarrollada y el espíritu crítico que permita distinguir lo
justo de lo legal, que no siempre coinciden; la solidaridad en un mundo que cada vez va a necesitar más de esa virtud, la creatividad y la inteligencia emocional para comprender las emociones propias y ajenas. En definitiva, que permita crecer como seres singulares, libres y desarrollar todas las capacidades de la persona.
Para cambiar la sociedad es necesaria otra escuela. Pero para cambiar esta es necesario el cambio político: recuperar el poder para las fuerzas progresistas y sustituir la Lomce. Tenemos que refl exionar más, tenemos que hacerlo juntos: las ideas y el entusiasmo es lo único que no nos pueden robar.
Agustín Moreno
Profesor de Secundaria
Revista «Escuela», núm. 4.027