Expulsar a los niños de clase o dejarles sin recreo es una medida disuasoria utilizada como castigo en muchos colegios. Pero, ¿sirven realmente de algo ese tipo de castigos? En sí mismos no sirven para corregir un mal comportamiento, sino más bien como una forma de reacción ante el miedo que les produce que vuelvan a castigarlos.
Para los alumnos de la escuela primaria de W. Robert Coleman, de Baltimore, ser expulsados de clase yo no es algo que temer. Porque tienen una habitación donde se realizan sesiones de meditación en las que enseñan a los niños a practicar meditación y ejercicios de respiración consciente, a la vez que fomentan que hablen sobre su comportamiento.
Las aulas de meditación fueron creadas gracias a un programa llevado a cabo en colaboración con una organización no lucrativa local llamada la Holistic Life Foundation, la cual se encarga de capacitar a profesores, padres y profesionales para incorporar en el día a día de los niños prácticas relajantes como el yoga, el mindfulnes, ejercicios de respiración y técnicas para mejorar la atención.
Pretenden así darles a los alumnos las herramientas necesarias para liberar el estrés, ser más empáticos y compasivos, y por ende, mejorar su comportamiento. También recurren a la meditación como una forma de intervención cuando es necesario abordar algún problema de disciplina.
El plan ha dado buenos resultados. Desde que se ha implantado en este colegio de Baltimore, no ha habido más expulsiones.
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