A veces me pregunto cómo puede ser que en un país con el nuestro, al sur de Europa, en el que gran parte del año hace buena temperatura, los niños salgan menos a la calle que en los países nórdicos. Especialmente cuando llueve o hace frío… las calles quedan desiertas de niños. Y, aunque parezca contradictorio o extraño… creo que ese es precisamente el quid de la cuestión, estamos acostumbrados al buen tiempo y en cuanto caen 4 gotas nos encerramos en casa.

El 50% de mi ADN es holandés y he podido comprobar que en ese país, Holanda, los niños están muchísimo más tiempo en el exterior que aquí. Usan menos coche, van siempre en bici incluso cuando llueve, juegan en los parques estén mojados, secos, haga frío o calor… se trata sencillamente de ir vestido adecuadamente y dejar los miedos a los resfriados a un lado (más adelante te digo el porqué).

Es posible que pienses, sobre todo si vives en zonas poco lluviosas de la Península, que para qué van a salir los niños cuando llueve o hace mucho frío, total, son pocos días al año, ya saldrán cuando haga sol. Pero creo sinceramente que es importante que salgan a fuera haga el tiempo que haga, ello les hace más resilientes y adaptables a los cambios en la vida. “Vaya, ¿hoy llueve? Síiiii, bieeen, llueve, podremos saltar charcos, pintar con barro, mojarnos la cara con agua de la lluvia…“. Los niños aprenden así a ver el lado positivo de los cambios de las situaciones, en este caso, el lado positivo de las inclemencias del tiempo.

¿PERO QUÉ BENEFICIOS TIENE SALIR AFUERA CUANDO LLUEVE O HACE FRÍO?

1. DA LA OPORTUNIDAD A LOS NIÑOS AUTORREGULARSE. Favorecer que los niños jueguen en el exterior en cualquier época del año permite a los más pequeños sentir el frío y el calor, valorar si van demasiado abrigados o demasiado poco, aprendiendo así a vestirse por sí mismos para cada estación.

Además, hace poco leí (no recuerdo dónde, lo siento mucho) que cuando llueve es importante no decir inmediatamente a los niños “coge el paraguas para salir”. Con anunciar que llueve es bastante. Ellos pensarán, entonces, que necesitan un paraguas, un chubasquero, botas… Si deciden salir sin nada, probablemente comprobarán que se están mojando y volverán a buscar lo que necesitan. Es una forma de potenciar su autonomía y de darles la oportunidad de empezar a cuidarse por sí solos.

2. LOS NIÑOS SE VUELVEN MÁS ADAPTABLES Y RESILIENTES. Los estudios que han valorado el aprendizaje en las escuelas del bosque concluyen que el hecho de que los niños desarrollen gran parte del día al aire libre, con independencia de las condiciones metereológicas, hace que éstos sean más resilientes y se adapten mejor a los cambios de la vida, pues aprenden a jugar y desarrollarse aunque las condiciones externas sean cambiantes. Puedes leer más sobre ello aquí y aquí.

3. FOMENTA LA CREATIVIDAD. En un día de lluvia se pueden hacer cosas distintas y las de siempre, se pueden hacer de otra forma. Se dibuja mejor con tronquitos sobre un suelo de tierra mojada que sobre uno seco, por ejemplo.

¿Y qué me decís de la nieve? ¿Cuántas cosas se pueden hacer con ella? Se pueden construir muñecos de nieve, iglús… ¿Y qué sensaciones ofrece? ¡Eso es algo que no se puede perder ningún niño!

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